El domingo en la noche, justo después de conocidos los resultados, todos los presidentes de los partidos de la Nueva Mayoría deberían haber renunciado. También el ministro del Interior. De frente al país, reconociendo la tremenda derrota. Pero principalmente reconociendo que su lectura del país fue equivocada y su elección de los candidatos peor.
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Todo eso si fuéramos un país serio.
Pero no. Lo único que vemos como ciudadanos es una pelea infinita a través de los medios de comunicación, principalmente El Mercurio y La Tercera, donde se echan las culpas, se apuntan con el dedo, se usan frases rimbombantes, se hacen amenazas y se suspenden reuniones que la mayoría no entiende ni para qué son.
Es más, se hace una lectura de crisis por el «con la DC no se juega» de la presidenta de la Democracia Cristiana, que llena titulares, cuando lo mínimo que puede suceder es una crisis. Una lectura más fina. Una autocrítica profunda.
Pedir renuncias no es un fetiche. No se trata de repetir el mantra de «quien renuncia». Es mirar al interior las responsabilidades y no en el exterior. Es un símbolo al país de que los resultados son duros y se escucha a la ciudadanía. De que se pagan las cuentas. De que hay deudas pendientes.
El paradigma de todo lo que escribo es el caso de Valparaíso, con la elección de Jorge Sharp. Reconozco que para mí fue una sorpresa, sin embargo, para la gente que vive y vota en Valparaíso no.
En una ciudad hermosa e identitaria como Valparaíso, que hoy está depredada y abandonada por sucesivas malas administraciones, pasó algo. Y lo voy a relatar en sencillo. Un grupo de porteños profesionales e intelectuales decide movilizarse ante la inmovilidad de las autoridades. El abandono de la ciudad que se refleja en la basura, los rayados, la falta de cuidados del plan, el escaso equipamiento de los cerros, la falla de los ascensores, un proyecto portuario que quitaría la vista del mar y más, los decide a actuar y apuntar alto. Aspiran a liderar el municipio.
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Eso significa no quedarse «rumiando» el descontento entre cuatro paredes, sino trabajar y mucho. Entienden que el movimiento no puede acotarse a sólo ellos y tienden puentes con muchas otras organizaciones de base. Ecologistas, defensores de cerros porteños, juntas de vecinos etc. Esto significa crear colectivo, hacer comunidad.
Entienden también que necesitan orgánica política y tienden puentes con organizaciones y partidos que apoyan esta nueva mirada, ahí entra el movimiento autonomista. Realizan primarias que llaman ciudadanas y se elige por mayoría a Jorge Sharp.
Es trabajo+colectivo+política.
Y se logró el objetivo. Se eligió un camino y se trabajó para seguirlo. Es notable.
Mientras esto ocurría en el puerto, la Nueva Mayoría decidía apostar por Leopoldo Méndez (DJ Méndez) y Chile Vamos por el actual alcalde Jorge Castro. ¿Trataron de escuchar a la ciudadanía? ¿Buscaron en las organizaciones sociales? ¿Entendieron el descontento? Claramente NO. Y hoy hablan de Jorge Sharp como «el protegido de Boric», no entendiendo nada. No entendiendo el fondo. Éste no fue un triunfo de «los autonomistas», fue un triunfo de la ciudadanía organizada.
Pedir «pagar las cuentas» no es un fetiche, es necesario. Hace falta más transparencia y más honestidad. Por eso pregunto: ¿quién paga las cuentas?
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