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Columna de Hugo Tagle: De muerte y vida

No habíamos perdido las esperanzas de encontrarlos vivos. Pero, tras 12 días de búsqueda, se hallaron los cuerpos de Vicente y Joaquín. Eran jóvenes estudiantes, de excursión a la montaña para experimentar la libertad y energía de esos parajes sobrecogedores.

Nada más lindo que nuestra cordillera. Nos hace sentir pequeños e inmensos a la vez. Es lo que ambos deben haber sentido en la ascensión, antes del desconcierto final.
¿Qué habrán pensado en las últimas horas? ¿Qué habrá pasado por sus mentes? Tragedias así nos recuerdan con crudeza cuán frágil es la vida, cuán dependientes somos de nuestras seguridades, de los demás. Vida y muerte conviven armoniosamente.

«Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar», canta San Francisco en su cántico de las creaturas. Fuimos creados para la eternidad. Somos pasajeros en tránsito. Como dice Machado: «Cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje…».

En el caso de Vicente y Joaquín, una muerte inexplicable y doblemente dolorosa por tratarse de personas jóvenes, recién comenzando su existencia, con proyectos que quedan truncos. ¿Por qué? se preguntarán sus padres, hermanos y amigos. Es de esas preguntas que el buen Padre Dios nos responderá en el cielo. Ahora, sólo queda animarnos unos a otros para hacer del dolor fuente de esperanza y vida.

Hechos trágicos como estos nos invitan a renovar el amor a la vida, a hacer el bien, ya que tenemos esta única vida para hacerlo. La próxima, será para dar cuentas.

Noticias así nos remecen y recuerdan agradecer por la vida, por las personas queridas, para decirles lo mucho que las apreciamos. No desperdicie las oportunidades de hacerlo. No volverán.

Y son también una invitación para preparar nuestro propio encuentro con Dios. Por mucho que vivamos -que siempre será poco, por más que nos esmeremos en vivir más- la muerte será la antesala de la vida definitiva. Para los cristianos, la muerte es dolorosa, pero no desesperanzadora. Hay una vida más allá. En Cristo resucitado eso se confirma.

¿Dónde estarán ahora Vicente y Joaquín? Vivos. Sus restos no son la totalidad de ellos. La Iglesia reza por los difuntos para que alcancen el cielo, la patria definitiva. Por eso también la invitación eclesial a prestar especial atención a los cuerpos humanos, que merecen dignidad y profundo respeto.

El 1° de noviembre celebramos el día de todos los santos. Miles de personas aprovecharán esa fecha para visitar las tumbas de sus seres queridos y rezar por ellos. Si puede, visítelos. Si no puede, rece por ellos en su iglesia, capilla o parroquia. Los cementerios son lugares sagrados, de reflexión y oración. Mantienen vivo el recuerdo de nuestros seres queridos. Es día de alegría y esperanza. «En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones… voy a prepararles un lugar» (Jn 14,2) dice Jesús en San Juan.

No estamos solos. Hay Alguien velando por nuestra vida.

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