Estrenado mundialmente en el Festival de Berlín y ganador del premio Horizontes Latinos en el Festival de San Sebastián, este primer largometraje de la realizadora Pepa San Martín tiene más de un punto en común con otros títulos chilenos de este año, como «Aquí no ha pasado nada» y la también próxima a estrenarse «Nunca vas a estar solo»: inspiradas en polémicas y recientes situaciones reales que funcionan como certero reflejo de ineludibles problemáticas de la sociedad chilena actual, estas producciones debían abordar temas delicados evitando el riesgo de caer en la caricatura.
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En este caso, una pareja lésbica con dos hijas que debe afrontar problemas legales cuando el ex esposo de la madre de las niñas decide intervenir.
No era fácil contar esta historia sin recurrir a los clichés y lugares comunes, y esquivar la tentación de convertirla en un drama legal convencional y monótono.
Por el contrario, la directora consigue desarrollar un relato fresco y entretenido, con buen ritmo, y el guión -coescrito por la propia directora junto a la también cineasta Alicia Scherson- acierta particularmente en su opción de retratar lo que pasa haciendo especial énfasis en la perspectiva de las hijas, lo que funciona a la perfección gracias al talento, el encanto y la espontaneidad de las dos pequeñas actrices (una verdadera revelación para la pantalla local), sumado a las buenas actuaciones del elenco adulto, en especial la muy convincente Mariana Loyola.
Lo bueno es que este filme no es sólo un alegato a favor de la diversidad, sino además una mirada sobre el proceso de crecimiento y los sentimientos que implica en el contexto familiar y social.
Con sensibilidad, sutileza, atención a los detalles cotidianos y toques de ternura y humor, San Martín entrega en «Rara» un trabajo entrañable, humano y que a pesar de sus evidentes logros destaca por la simpleza y falta de pretensiones con el que se presenta al público, haciendo más transversal y atractivo un tema complejo, imprescindible y delicado.
«El contador»
A lo largo de dos décadas el cineasta estadounidense Gavin O’Connor ha dirigido un puñado de cintas de irregulares resultados. Algunas de ellas, como «Tumbleweeds» y «Warrior», han tenido elogios e incluso nominaciones al Oscar, pero en Chile sólo se exhibió comercialmente «Honor y orgullo», de 2008, y en todas ha demostrado buen poder de convocatoria al momento de reunir actores talentosos.
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Lo mismo ocurre con este nuevo largometraje suyo, que cuenta con un buen reparto, una historia intrigante que sabe capturar al espectador y una curiosa y atípica mezcla entre drama familiar y sicológico, thriller de acción, un posible romance y hasta inesperados toques de humor.
Por el camino la trama intercala toques de sutileza con trazos gruesos y se hace cada vez más inverosímil, los giros narrativos son menos afortunados y el misterio menos profundo y elaborado de lo que parecía inicialmente, pero de todos modos el filme se las arregla para sostener el ritmo y entretener.
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