Hace unos cinco años me tocó dar una conferencia sobre el futuro de los medios de comunicación en una reconocida universidad capitalina. En ella, podíamos leer dos fenómenos: las redes sociales como repartidores de información (lo que obligaba a tener grandes volúmenes de fans) y el mundo del streaming que lograría (en aquel entonces un supuesto) equiparar a todos los medios con el más importante en las últimas dos décadas: la televisión.
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Hoy me encuentro con el texto que escribí y no dejo de sorprenderme. Internet iba a ser un lugar libre y ya no lo es tanto. Internet iba a fomentar una audiencia inteligente. No contamos con que éramos mucho más permeables a las sensaciones que el software sin piel ni carne. Los medios están entrando a una nueva batalla donde realmente no importa la verdad: importa la percepción de lo que nos están diciendo.
Porque la gente, en un escenario de inseguridad económica y moral donde Donald Trump y las deudas están a la vuelta de la esquina, quieren leer cosas que los hagan sentir seguros de sus puntos de vista. Muchos ni quieren ser desafiados: se han vuelto sicóticos lectores dueños de una sensación de crítica. Cazadores de gafes inhumanos que odian todo el día con los que es difícil dialogar.
Nosotros cometemos errores porque estamos a la caza de los clicks. Hay que decirlo. Está bien: pero la autocrítica es que ni nosotros valoramos el contenido. De alguna forma, si hoy existiese un Bob Dylan, no le daríamos bola porque no nos genera los escándalos necesarios para sobrevivir y marcar en nuestros titulares.
Faltan serias clases de filosofía en los colegios (que encima cada cierto tiempo quieren eliminar) para analizar el rol y el consumo de medios de comunicación.
Los hechos no importan: abundan en internet los panfletos donde las reacciones generan mejor repartición que la que tienen los sistemas de redes sociales. Estos medios de periodismo militante están generando militontos. Gente llena de prejuicios alejada de los hechos.
¿Qué propició esto? Facebook. Facebook cambió su algoritmo y ahora para que te enteres de mejores noticias según nuestros recursos editoriales (trabajo en la industria de los medios, me siento parte y actor) tenemos que pagarle al monstruo para que reparta mejor, cuestión que no estaba en nuestros excel calculado, porque aunque recibas las noticias gratis (o sientas eso) alguien siempre paga. Y obviamente que las estructuras políticas siempre fueron así, por eso que están generando mejores “mediadores de la comunicación” que nosotros.
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¿Vamos a ponernos a esa altura?
No sé, yo creo que hay que comenzar a innovar. En todos lados: desde el papel, pasando por la radio (que ya no es radio porque genera video) hasta la televisión. La televisión que está pasando “La pequeña casa en la pradera” le grita al mundo “¡sólo tenemos un tipo de público!” y eso es suicida. Porque en todos los otros lados (en especial en internet donde nació Netflix) hay más gente.
Hay otra gente. Pensémoslo bien.
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