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AFP
Hace una década parecía imposible beber un vino de la Patagonia chilena, pero el cambio climático está permitiendo la producción de un caldo de alta gama en sus increíbles paisajes de volcanes y bosques milenarios.
El aumento de la temperatura obró el milagro para los amantes del vino. Algunos parajes del tradicionalmente frío y lluvioso sur de Chile son ahora lo suficientemente soleados como para hacer madurar las uvas con las que se produce desde hace dos años el Pinot Noir «Puelo Patagonia», un tinto refinado.
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«Encontramos un microclima cuyas temperaturas oscilan entre los 14 y 32 grados en verano», explica a la AFP Sergio Subiabre, director comercial de la viña Villaseñor, productora del vino que se dedica íntegramente a la exportación.
Esas temperaturas permiten que «las uvas logren una maduración forzada en los últimos 2-3 meses de crecimiento», haciendo que el vino tenga «las mismas características, la misma graduación alcohólica y la misma cantidad de azúcar» que los que se obtienen en la zona central del país, escenario tradicional de la vitivinicultura chilena, agrega.
Vinos con más sabores
A orillas del prístino río Puelo, flanqueadas por los volcanes y las montañas nevadas de Los Andes, bosques milenarios y decenas de ovejas pastando, crecen alejadas de la civilización las parras que dan vida a este vino.
Más de tres horas por carretera separan los viñedos del aeropuerto más cercano, en la ciudad de Puerto Montt. Luego, hay que navegar río arriba otra media hora en una barcaza hasta desembarcar en la pequeña localidad de Puelo, a unos 1.000 km al sur de Santiago.
Las primeras uvas se plantaron en esta zona hace seis años y en 2014 la viña Villaseñor vendió 1.500 botellas de Pinot Noir.
Sus enólogos están experimentando con otras cepas como Rose, Sauvignon Gris y Pinot Gris, favorecidas también por el aumento de las temperaturas en casi dos grados en esta zona, donde hace una década se registraban también un 30% más de lluvias.
La mineralización procedente de los volcanes y montañas hacen el resto. «Esto es lo que diferencia a los vinos de la zona central de Chile. Aquí tenemos vinos con más sabores, más características de la fruta de cada variedad», describe Subiabre.
Pero, aunque las uvas se han visto beneficiadas por el cambio climático, el ecosistema de la Patagonia sufre una «variabilidad climática» que causó la reducción de los caudales de ríos y un aumento de la radiación solar en los últimos 30 años, afirman científicos.
«En el río Puelo hubo una baja de los caudales por la disminución de las precipitaciones y la menor formación de nieve», afirma a la AFP José Luis Iriarte, experto del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile.
– Beneficio para unos, perjuicio para otros –
Con exuberantes parajes naturales que atraen a miles de turistas cada año, su origen patagónico ha sido un gran soporte para la comercialización de este vino: el siguiente lote ya está reservado para clientes chinos y estadounidenses, a unos 120 dólares por botella, un precio alto para un vino chileno.
Lo mismo pasó con la primera producción en 2014. Las botellas fueron vendidas por completo al mercado chino, todo un hito comercial.
«Chile siempre ha tenido una debilidad porque siempre ha sido conocido como un productor de vinos económicos. Con este tipo de iniciativas generas un valor agregado que supera diez veces el promedio de la caja exportada», explica a la AFP Maximiliano Morales, ingeniero agrónomo y consultor en marketing de vinos.
En el futuro, Villaseñor planea ampliar y diversificar la producción en otras 40 hectáreas, mientras otros productores están experimentando con otras cepas en la Patagonia chilena, como ya lo han hecho antes del lado argentino, donde se elaboran más de una decena de caldos patagónicos.
«Siempre ha habido una carrera por producir vinos al sur y eso ha generado que muchos privados experimenten. Aquí vemos un ejemplo fehaciente de que, de acuerdo al aumento de las temperaturas, se está generando una nueva actividad económica», dice Morales.
Este viaje hacia el sur de Chile, el cuarto mayor exportador y octavo productor mundial de vino, no ha estado exento de sorpresas.
Enólogos descubrieron recientemente cerca de la localidad de San Rosendo, en la región del Biobío (a unos 520 km al sur de Santiago), un Malbec puro de unos 100 años de antigüedad, un vino tradicionalmente producido en Argentina y Francia que habría sido traído a Chile por colonos franceses en el siglo XIX.
Pero el cambio climático no beneficia a todos de la misma manera. En 2016, la producción mundial de vino fue de las más bajas en 20 años debido sobre todo a las condiciones climáticas, que afectaron la producción en varios países, según la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV).
En América del Sur, la producción disminuyó en Argentina, Chile y Brasil, como consecuencia de la meteorología desfavorable, de acuerdo con la OIV.