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Columna de Beatriz Sánchez: Paradigmas

Recuerdo que hace dos años me tocó entrevistar a una apoderada de colegios particulares subvencionados que lideró un movimiento crítico a la reforma educacional. En una de sus respuestas dijo: «Yo quiero mi derecho a pagar por la educación de mis hijos». Yo no pienso igual a ella. Pero tampoco la voy a juzgar. Mi pregunta es: ¿hasta qué punto el modelo económico en Chile nos lavó el cerebro?

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La educación la entiendo como un derecho fundamental. Y como derecho, debe estar garantizada en forma gratuita por el Estado, que además debe velar porque sea un vehículo de transformación social permanente, de masa crítica e informada para el país, de eliminación de brechas sociales y económicas. Debe ser un lugar de encuentro donde se pueda aprender y debatir. Pero también a soñar, hacer colectivo y a discutir las «verdades reveladas». Por eso es que pienso que debe ser gratuita universalmente.  Por eso es la «madre de todas las batallas de igualdad social». Por eso es revolucionaria o debería serlo.

¿Somos capaces hoy de romper esos paradigmas? ¿somos capaces de desafiar la «verdad revelada» que nos imponen las élites? Pareciera que estamos siempre discutiendo sobre un marco pre-establecido, muy estrecho, donde el que osa cuestionar es un «loco», un «soñador», un «irresponsable», un «ignorante». Es inmediatamente aislado, apuntado con el dedo, evitado. Se le mira con desdén. Esto pasa cuando se desafía al modelo implantado en el país. Tan implantado que algunos exigen el «derecho» a pagar por algo que es un derecho.

Recuerdo la lluvia de críticas al senador Jaime Quintana cuando habló de la retroexcavadora. Todos lo criticamos y me incluyo. Lo acusaron de querer hacer «borrón y cuenta nueva». De que se iba a pasar la aplanadora. De que se impondría la dictadura de las mayorías. ¿Pero qué es eso? La mayoría es la mayoría. Personalmente lo critiqué porque la figura que utilizó iba a provocar una reacción de temor de las élites económicas, que iba a colocar ripio a todas las reformas que buscaban equilibrar nuestra sociedad. Y así pasó. Además que hablar de «retroexcavadora» no se ajusta, porque es imposible construir de cero un país, siempre se cambia -por muy profundo que sea el cambio- desde lo que ya hay.

Pero mirando hacia atrás, no debería haber criticado la figura de la retroexcavadora.  Me debería haber atrevido a romper paradigmas. Porque creo que hay que empezar a desafiar esta «verdad revelada», esta «verdad impuesta» desde hace tantos años de cómo deben ser las cosas y de cómo deben mantenerse las cosas, para la tranquilidad supuesta de todos los chilenos.

¿Por qué debo abrazar la idea del crecimiento económico del país como un fin único si yo no creo en eso? ¿Por qué no puedo insistir y pelear porque el Estado fije el precio de los medicamentos y no se los deje al mercado? ¿Por qué no insistir en un sistema de reparto en las AFP? ¿Por qué no darle un sentido social a lo que hoy sólo se fija por ecuaciones matemáticas como el salario mínimo o los reajustes? ¿Por qué no pensar en validar la política que también se hace desde los movimientos sociales y no sólo de los partidos políticos? Por qué no romper los paradigmas… Por qué no desafiar a esta verdad revelada que hasta nosotros mismos repetimos -todos los días- como si fuera un mantra.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

 

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