¡Qué revuelto está el ambiente! Por de pronto, tras el acuerdo del Congreso se terminó el paro de los funcionarios públicos. Hay que recordar que ese paro era ilegal. Los funcionarios públicos tienen un régimen distinto a los privados. Y es justo que sea así. Su trabajo cumple una función social irreemplazable. No son dueños de los servicios. En el caso de empresas privadas, se puede ir a comprar a otra parte.
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Abundan las ofertas. Pero los servicios públicos son un monopolio, por lo que un paro fiscal es una extorsión injusta, donde, además, pagan los costos los más pobres. Todos los chilenos somos los dueños de los servicios públicos, pagados por todos.
Hay que ponerse de acuerdo y buscar siempre una solución. Hay que encontrarla, para que este ritual anual no se repita. Fórmulas para ello existen. No hay que inventar la rueda. Es cosa de pensar un poco -sólo un poco- y aplicarlas. El punto es que no nos podemos dar el lujo de parar el país cada ciertos meses, donde todos perdemos, sobre todo los más pobres. La cantidad de cirugías y atenciones médicas que se dejaron de hacer por el paro es vergonzosa e indignante.
En fin, ya hay dos tareas simples para arreglar en los próximos meses: el padrón electoral, cosa que sepamos quiénes pueden votar y dónde, y esto de los reajustes de los sueldos de los funcionarios públicos. ¡Manos a la obra!
Pero hay otro punto preocupante: el de la convivencia ciudadana y, concretamente, familiar. Se presentó un proyecto de ley que busca sancionar a los padres que castiguen físicamente a sus hijos. Un proyecto así sólo habla de la desesperación en que nos encontramos, en que no se sabe cómo frenar la violencia intrafamiliar. Nos seguimos tratando mal.
Las cifras de abusos y maltratos al interior de la familia no ceden. Es más. Parecieran aumentar. Entiendo a los legisladores, pero ese no es el camino. Sin duda habrá que sancionar a los padres y apoderados que castiguen físicamente a sus hijos, así como a quienes abusan o los maltratan sicológicamente. No es necesario una ley especial para ello. El camino para corregir esta epidemia de los malos tratos es otro.
Las instituciones educacionales deben asumir una mayor responsabilidad en la educación de la familia en su integridad. Fomentemos en los niños valores éticos, de respeto y tolerancia. Hay que ser conscientes a la hora de hablar y tratar a los niños. Son personas vulnerables, frágiles. Aprendamos a controlar la ira y la agresividad. El control de las emociones es fundamental.
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Desarrollemos en los niños empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender que nuestra conducta o actitud puede provocar sufrimiento en el otro.
Los adultos somos un modelo a seguir para los menores. Un entorno donde impera la violencia síquica o física va a favorecer que nuestros niños aprendan esos modelos de conducta y los repitan.
Estamos en el mes de María. Pidamos a la Madre de Jesús que nos regale sabiduría, paz en el corazón y alegría, que todo lo cura. ¡Ánimo y buen fin de semana!
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