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Finalmente, tras semanas de gestiones fallidas, paros y movilizaciones, el Gobierno logró aprobar un reajuste salarial para funcionarios del sector público. La propuesta de un incremento nominal de 3,2% logró ser aprobada por la Cámara de Diputados, gracias a votos de parlamentarios de Chile Vamos y la abstención de la bancada comunista.
Así la oferta inicial logró prevalecer, a pesar de las negociaciones emprendidas con el sector público y parlamentarios oficialistas con tal de llegar a un acuerdo. Gracias a la oposición y sus diputados no fue necesario mejorar una oferta que para muchos resultaba insuficiente.
Las semanas de tensión dividieron a la opinión pública. Muchos admiraban a los funcionarios por exigir un incremento salarial superior a la inflación esperada del año. Otros, en cambio, condenaban la paralización de funciones y reclamaban que estas negociaciones no debían constituir un intento por aspirar a mayores salarios, sino más bien sólo se debía equiparar los ingresos respecto de la inflación, y en ese sentido consideraban justa la propuesta del Gobierno. Al respecto la pregunta clave de esta crispación, de cara al futuro, resulta evidente: ¿reajustes o aumentos?
Hace dos semanas yo señalé que un reajuste salarial, tanto para el sector público y privado, debía ser de un 4,8% mínimo. Un incremento de sueldos de esta naturaleza viene a compensar la inflación proyectada para este año y además aumenta los ingresos en la cuantía que se espera aumentará la riqueza del país durante este ejercicio. La lógica que prima tras esto es que los salarios debieran aumentar, y no mantenerse, puesto que la producción y riqueza del país no se mantiene, sino que aumenta. Si los sueldos se mantienen, pero la riqueza de Chile crece, la pregunta es: ¿Quién obtiene esos dividendos extra? La respuesta debiera ser: la sociedad.
Lamentablemente la historia se repite una vez más. Los salarios se reajustaron respecto a la inflación esperada, sin considerar el crecimiento económico que anotará el país. En ese sentido no nos debiera sorprender vivir en un país con tan bajos niveles de productividad. Pues, claro está: los salarios no varían en función de ello.
Matías Godoy Mercado
Director de Economía para todos
www.economiatodos.cl
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