La civilización occidental se basa, en parte, en lo que un hombre hace casi 4 mil años pensó acerca del mundo. Ese hombre se llamaba Abraham y las tres principales religiones monoteístas lo toman a él como el primer hombre que encontró a un único D’s.
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De ahí, Abraham se transformó en padre de pueblos y gestor de ideas. Su vida fue muy particular ya que debió abandonar su país natal y ser un INMIGRANTE en una tierra extraña, donde no tenía lazos familiares ni culturales con la zona.
Abraham desarrolló su vida con esta identidad de inmigrante. Lo singular es que en todos lados donde logró habitar brindó un aporte gigantesco. Y las tierras por las que él anduvo como INMIGRANTE, con el tiempo, se destacaron por la contribución que hizo Abraham. Él hizo tanto por enriquecer el entorno, que muchos conocen esos territorios desde hace siglos como las tierras de Abraham.
A ti que vas en el Metro, es posible que esta palabra, INMIGRANTE, te toque de alguna manera. O porque lo eres, o porque lo fue tu familia en otra generación o porque ves rostros alrededor tuyo que no te eran familiares antes.
Tanto quienes nacieron aquí como quienes llegamos después somos los responsables de hacer de Chile un país mejor y no me cabe duda que este país de inmigrantes, de esta generación o de la anterior, será próspero, desarrollado, pero en forma muy especial FRATERNO, de la manera que nos enseñaron Abraham y Sara, su esposa. Un hombre y una mujer, como tú y como yo, que buscaron y encontraron nuevos horizontes y que pudieron llamar a su nueva tierra patria, hogar y así, a todos los que conocieron, los sintieron como si fueran su familia.
A ti que vas en el Metro, mira a tu alrededor y bríndale un gesto de acogida a todo aquel que es diferente; lo esperan y lo necesitan. Y tu sonrisa puede hacer hoy una gran diferencia.
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