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Columna de Raúl Sohr: Por qué mataron al embajador ruso

“Morimos en Alepo, usted muere aquí”, gritó el turco Mevlut Mert Altintas al ultimar a Andrei Karlov, el embajador ruso en Turquía. El asesino, ex miembro de las fuerzas especiales de policía, simulando ser un guardaespaldas, le descerrajó cinco disparos por la espalda. Luego dijo: “Juramos morir en martirio… Es una venganza por Siria y  Alepo”. Atlintas era un yihadista militante del Frente al Nusra, que es la rama siria de Al Qaeda.

El atentado ocurrió el lunes mientras los derrotados rebeldes que lucharon, durante cinco años, contra las tropas del presidente Bashar al Assad eran evacuados de Alepo. Moscú entregó hace poco nóminas de muertos en las que señala que unos dos mil yihadistas rusos han encontrado la muerte en Siria; la mayoría de ellos estaban enrolados en el Frente al Nusra. Rusia ha jugado un papel decisivo en la victoria del régimen sirio con el masivo despliegue de sus bombarderos que han realizado más 18 mil misiones de combate.

Altintas murió enfrentado a la policía. Por ello será difícil saber si su acción fue motivada por la indignación ante las crudas imágenes de la caída de sus compañeros de armas. Es posible también que al Nusra le ordenara el atentado.

La derrota en Alepo tiene alcances estratégicos. Estados Unidos, sus aliados europeos y el grueso de las monarquías árabes, armaron y financiaron generosamente a los rebeldes. Estos eran un conjunto heterogéneo de individuos que luchaban por mayor libertad, mezclados con fundamentalistas que buscaban imponer un régimen islámico. Estos últimos conformaban el grueso de las fuerzas insurgentes. Todos, sin embargo,  compartían la certeza que el régimen de Assad colapsaría. En un primer momento, ello pareció posible. Pero gracias al respaldo de Irán, la milicia chiíta Hezbolá del Líbano y más tarde de Rusia, el régimen logró pasar a la ofensiva. Quedó claro, además, que Occidente no estaba dispuesto a intervenir con sus tropas para respaldar a los opositores.

En Siria se libran varios conflictos. En el plano doméstico, se enfrenta la mayoría sunita a los gobernantes chiítas. Los kurdos, a su vez, con respaldo de Estados Unidos y Rusia, luchan por crear su Kurdistán. Turquía, que respalda a los rebeldes y sus tropas combaten en el norte de Siria, se opone por todos los medios a la independencia kurda. Los iraníes apoyan a los chiítas y coinciden con los turcos contra los kurdos. Los rusos buscan ante todo neutralizar a los fundamentalistas para impedir que lleguen a algunas de las ex repúblicas soviéticas. Un rompecabezas donde varias piezas no calzan unas con otras.

La próxima semana, el 27 de diciembre, tendrá lugar en Moscú una reunión en la que participarán Turquía, Irán y Rusia. De este encuentro podría surgir un acuerdo de lucha contra los yihadistas, limitar las ambiciones independentistas kurdas y consolidar la influencia chiíta en Irak y Siria. El atentado contra Karlov pudo ser un intento de al Nusra por descarrilar la iniciativa. El cuadro es tan complejo, con tantos intereses contradictorios, que sería aventurado vaticinar el resultado de la importante cita.

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