Eficaz y persuasiva, Kellyanne Conway, la rubia estratega republicana que logró llevar a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, se convertirá en la mujer de mayor rango en la Casa Blanca.
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Delgada, elegante y madre de cuatro hijos, Conway, de 49 años, fundó hace años su propía compañía encuestadora y fue la primera mujer en dirigir una campaña presidencial victoriosa. Desde el 20 de enero, será una «consejera cercana» a Trump, anunció el jueves el equipo de transición del presidente electo en un comunicado.
Conway «conservará en la Casa Blanca su papel de asesora cercana del presidente y trabajará con altos funcionarios para aprobar y aplicar eficazmente las prioridades legislativas y las iniciativas de la administración», explicó el comunicado.
El propio Trump recordó este jueves que Kellyanne Conway «es una asesora y estratega de confianza, que jugó un papel determinante en la victoria».
«Defiende sin descanso y con tenacidad mi programa y sabe comunicar muy bien de manera eficaz nuestro mensaje. Estoy contento de que sea parte de mi equipo principal en el Ala Oeste» de la Casa Blanca, añadió.
Conway dijo a la televisión CNN que su nuevo empleo «posiblemente» incluya la asesoría en «la comunicación, análisis de datos y estrategia».
Será una de las pocas mujeres en un gabinete formado mayoritariamente por hombres blancos y multimillonarios.
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– Los oídos de Trump –
Conway «tendrá los oídos del presidente» porque su poderosa posición le permitirá asesorarlo en todos los temas que desee, explicó a la AFP Peter A. Brown, director adjunto del instituto de sondeos de la Universidad de Quinnipeg.
«Tratará de influir en él en la dirección que quiera. No es una coincidencia que Mitt Romney no fuera designado como secretario de Estado, ella se opuso abiertamente a esa nominación», recordó, mencionando al exenemigo de Trump en las primarias republicanas que llegó a decir que el presidente electo era «un charlatán» y un «fraude».
«No necesariamente Trump hace todo lo que ella le dice, pero ciertamente la escucha», apuntó.
La experta en sondeos, que es hija de una madre soltera y trabajó en un casino antes de entrar a la Universidad George Washington y obtener un diploma en Derecho, fue clave en el sorpresivo triunfo del outsider republicano contra la demócrata Hillary Clinton.
Conway asumió la jefatura de la campaña en su recta final, ante la salida de su antecesor Corey Lewandowski en medio de denuncias de su maltrato de periodistas mujeres.
Desde que asumió el cargo, manejó con destreza sus gaffes y peores excesos, enfatizando las cosas buenas, relativizando las malas, pidiendo disculpas por los ataques, reaproximando a su jefe a los pesos pesados del Partido Republicano, muchos de los cuales le habían dado la espalda. Y todo mientras conquistaba la confianza de Trump y acariciaba su ego.
Fue la voz más seria y elegante de la divisiva campaña de Trump, su lado más profesional, y así se ganó el respeto de sus detractores y la confianza de la familia del magnate inmobiliario, cuyos hijos la adoran.
– «Cara de póker» –
Ser mujer fue una gran ventaja cuando Trump fue acusado por una docena de mujeres de toqueteos indecentes, dijo Gabriel Kahn, profesor de la escuela Annenberg de comunicación y periodismo de la Universidad del Sur de California (USC).
«El hecho de que consiguió, con cara de póker, ir de programa a programa televisivo y explicar todas estas transgresiones, inconsistencias, múltiples errores y más, fue una herramienta eficaz para hacer que la locura pareciese normal», dijo Kahn a la AFP.
Maestra de la comunicación política, Conway logró que los escandalosos comentarios de Trump «no parecieran tan horribles, simplemente porque es una mujer rubia y blanca, atractiva y articulada», estimó.
En su primer discurso tras la victoria electoral del 8 de noviembre, a las 3 de la mañana, Conway fue la primera persona que Trump agradeció con un beso en la mejilla, después de su familia. Luego, cuando se tomaron una foto juntos, Trump la tomó de la cintura de su llamativo vestido rojo, y sonriente agitó hacia ella su índice derecho, en un gesto de orgullo y gratitud, mientras la estratega saludaba a la multitud.
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