Dejamos un año 2016 lleno de sobresaltos. A nivel mundial, destacan los esfuerzos por la paz en Colombia, el Brexit y la victoria de Donald Trump en EEUU y el haber sido uno de los años más calurosos de la historia, siguiendo en la misma preocupante línea del decenio de más altas temperaturas. El cambio climático va en serio. Drama causado por nuestra irresponsabilidad. Nos encontramos en un peligroso punto de inflexión en que, si no tomamos el toro por las astas y le doblamos la mano a la historia, el futuro de la humanidad se ve muy complejo.
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Los conflictos bélicos en varias partes del mundo, sobre todo en Medio Oriente, nos acompañaron durante todo el año. La ciudad de Alepo, en Siria, se transformó en el triste símbolo de la incapacidad de acuerdos, de la odiosidad llevada a extremos irracionales.
A nivel local, las alegrías son más bien modestas. Nos alegramos sí, por nuestro doble título en el fútbol, pero luego surgen las sombras proyectadas por el mal desempeño económico, un crecimiento mediocre y los escándalos de las colusiones, que vienen a enervar más a la opinión pública.
El desinterés y desconfianza por la política se volvió a tomar la agenda. Tuvimos elecciones municipales y, a pesar de la gran cobertura e invitación a votar, la abstención fue altísima y preocupante. Las lecturas son varias, pero todas coinciden en la desconfianza que provocan los partidos políticos y el Congreso.
Este año será recordado también como el del Sename y de los niños en situación de riesgo. Los escándalos por muertes y malos tratos al interior de los hogares del Sename empañan su labor y obligan a reformular su tarea. Es de esperar que hayamos aprendido esta triste lección y se corrija radicalmente a esa institución. Los niños no pueden esperar.
El papa Francisco nos invitó todo el año 2016 a vivir la misericordia. A actuar como lo hizo Jesús: atento a las necesidad de los demás, generoso, solidario, proactivo. Sensibilizándose ante el dolor y tragedia de los demás. Chile tiene el triste récord de ser el país de la Ocde con el porcentaje más alto de niños viviendo en pobreza. En efecto, uno de cada cuatro niños vive en pobreza multidimensional, es decir, sus familias tienen bajos ingresos y presentan dificultades en ámbitos de educación, salud, vivienda y de acceso a redes familiares y sociales.
Asimismo, un 18,2% de los menores de edad vive en pobreza por ingresos y el 5,3% en situación de indigencia. Además, el 22,7% reside en hogares con alto nivel de hacinamiento. Hemos jugado a la política de la avestruz, en tareas pendientes y urgentes.
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Hágase el propósito de vivir un buen año 2017. De hacer algo por los demás. Quien sirve a otros, es más feliz. Si no lo puede hacer personalmente, al menos, haciendo una donación en forma regular. Lo obligará a salir de sí y pensar en los demás. Siempre hay alguien más necesitado que uno.
E incluya más a Dios en su vida. Si es religioso, séalo un poco más. Si no lo es, es hora de incluirlo en su vida. Será más feliz.
¡Feliz 2017!
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