Desde sus inicios, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, me pareció un tipo gentil, campechano y poseedor de un gran sentido común. Así, la persona.
PUBLICIDAD
El político, que detenta acaso el mayor poder en el mundo, mostró la hilacha al comienzo de su mandato cuando aceptó el premio Nobel de la Paz, al tiempo que enviaba un contingente de 30.000 soldados a Afganistán, si no me falla la memoria.
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, con la venia del jefe, ha sido la gran artífice de una política exterior desastrosa que tiene arruinada a Siria y a varios países del medio oriente, además de las catástrofes humanitarias que vemos dolorosamente día a día. EEUU se ha encargado de financiar y entrenar a los primero rebeldes, luego terroristas “moderados” y finalmente a los “verdaderos”.
¿El motivo? No es la cacareada -hasta la saciedad- lucha, de carácter casi escatológico, por la “libertad” y la “ democracia” en el mundo ¿Qué son al fin y al cabo estas abstracciones? O más bien: ¿cuál es la peculiar interpretación que se hace de estos valores? Evidentemente el conflicto en medio oriente radica en el control y la usurpación del petróleo.
Así fue con Bush (y Aznar y Blair) en Irak… y aún no se encuentran las armas de destrucción masiva que causaron la guerra. Y así ha sido desde los inicios del siglo XX, cuando el Reino Unido y Francia se aliaron a los pueblos árabes para conseguir su independencia, estableciendo un patronazgo sobre los estados a los que se dio origen mediante la arquitectura geopolítica establecida en el acuerdo Sykes-Picot en 1916, luego de la derrota del Imperio otomano.
Memorable es la obra maestra de David Lean “Lawrence de Arabia”, que narra el origen del conflicto durante la primera guerra mundial. Pero la película versa del héroe; no de las razones subyacentes a la épica, épica que persiste hasta nuestros días con el Estado Islámico teniendo por finalidad revertir las consecuencias del famoso acuerdo.
Lo que resulta realmente perturbador es la mala leche con que Obama está realizando el trance al cambio de poder.
PUBLICIDAD
La semana pasada Obama expulsó a 35 diplomáticos rusos, acusándolos de espionaje. Sin perjuicio de los deméritos de los diplomáticos expulsados, es impresentable el hecho de tomar una decisión inédita, radical y en extremo delicada, en un contexto de guerra fría y de gran tensión durante el último año y medio con Rusia. Es por lo demás una falta de respeto al nuevo presidente, Donald Trump, y por último un estupidez llana.
Un estadista de fuste debiese dejar este tipo de decisiones para el siguiente gobernante, considerando la situación y que faltan tres semanas tan sólo para el traspaso. Una verdadera cochinada de maniobra. Y dado que Obama no es tonto, sólo puedo presumir mala fe y una inmensa irresponsabilidad.
Sin embargo, Putin no tomó represalias, poniendo paños fríos y sensatez, una vez más, a la creciente tensión. Quizá su actitud sea lo más perturbador porque así como en el ajedrez, gana quien calcula más.
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro