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Columna de Hugo Tagle: Chile quemado

Los dantescos incendios en distintas partes de Chile, particularmente en Valparaíso, nos obligaron a un aterrizaje forzoso en la realidad. Poco duró la alegría de la pirotecnia de Año Nuevo.

Pasamos rápido a estos otros fuegos no queridos, pero sí provocados por el hombre: focos en distintos puntos de Chile, especialmente en la Quinta Región, nos han violentado y han puesto en entredicho la eficiencia pública. Ha sido la versión mejorada y ampliada de un espectáculo estrenado casi como un ritual año a año.

No hemos aprendido nada. Resulta tan desconsolador como indignante el que, a pesar de las advertencias técnicas, ésta era una teleserie en que conocíamos los capítulos de antemano. Aún no sacamos lecciones para evitarlos de una vez por todas. Se advirtió hasta la majadería de la posibilidad de incendio, que debemos prepararnos para eventos catastróficos como estos, dada nuestra geografía, las sequías, y el aumento de las temperaturas.

El lado bueno es que, como en dramas parecidos, salta el «chileno solidario» que llevamos dentro y, desde el primer momento del incendio empezaron a hacerse presente voluntarios para ayudar a las familias damnificadas.

Por lo que se informa desde la diócesis de Valparaíso, no han faltado voluntarios para prepara alimentos, repartir, ayudar en la limpieza y también, acompañando en el dolor. Hemos sido testigos del coraje de Bomberos de Chile, quienes, una vez más, dan testimonio de una entrega y generosidad sobrecogedoras, comprometiéndose por entero a su tarea ¡Gracias Bomberos de Chile! Y hay que sumar a esto la siempre impecable y generosa tarea de Carabineros, presentes para resguardar el orden, pero también para salvar personas y enseres.

Los incendios y calamidades similares dejan en evidencia la precariedad y miseria en que aún viven cientos de compatriotas. «Los pobres no eligen donde viven», dijo hace unos años una vecina damnificada por un incendio. Es tarea de las autoridades, de la sociedad, el darles un lugar seguro y digno.

Los cristianos celebramos hoy la visita de los sabios de Oriente, los «reyes magos», a Jesús en Belén. Los precedía una estrella, «que se detuvo en el lugar donde estaba el niño» como relatan los evangelios. «Y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino» (Mt 2,10).

Vienen a adorar a Jesús y le traen regalos. Se postran ante el misterio de Dios hecho hombre. Que estos días aún navideños nos regalen esa misma actitud de humildad, serenidad, paz y apertura al misterio de Dios en nuestras vidas. En Él todo es esperanza, no hay que temer. Que en este año que comienza, reine esa alegría y paz.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

 

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