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El Senado estadounidense confirmó al empresario petrolero Rex Tillerson, ex jefe de ExxonMobil, al frente del Departamento de Estado, donde numerosos diplomáticos expresaron formalmente su disenso con el veto migratorio presentado por el presidente Donald Trump.
Con esta autorización del Congreso el nuevo secretario de Estado podría prestar juramento este jueves o viernes para ponerse al frente de la enorme maquinaria diplomática estadounidense.
Tillerson resultó confirmado en el Senado con 56 votos a favor. Como los republicanos tienen 52 bancas en esa cámara, el resultado mostró que cuatro legisladores demócratas sumaron su apoyo.
El presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Bob Corker, felicitó a Tillerson por su confirmación como secretario de Estado.
«El señor Tillerson condujo una empresa global con 75.000 empleados, posee profundas relaciones en todo el mundo y entiende el papel fundamental del liderazgo estadounidense», señaló Corker.
En tanto, el legislador Ed Royce, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, expresó en una nota oficial su satisfacción por la confirmación de Tillerson, a quien definió como un «gerente».
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«Tener a un gerente de nivel internacional en el Departamento de Estado será un enorme capital, porque a todas luces precisa de una reforma», señaló Royce.
El ex secretario John Kerry dejó el cargo el 19 de enero, un día antes de la investidura de Donald Trump, y dejó al frente del Departamento de Estado al diplomático a Thomas Shannon, quien era el director de asuntos políticos de la cancillería.
Ingeniero de formación, Tillerson ingresó a ExxonMobil en 1975 y escaló toda la jerarquía hasta llegar al cargo máximo en 2006. En el camino, impulsó la expansión de los contratos de la empresa petrolera en Rusia, donde trabó amistad personal con el líder Vladimir Putin. Tillerson incluso recibió una condecoración por parte de Putin, la Medalla de la Orden de la Amistad.
Departamento dividido
Tillerson, sin embargo, asumirá un Departamento de Estado visiblemente dividido a raíz del decreto firmado el pasado viernes por el presidente Trump y que establece una nueva y rígida política para refugiados e inmigrantes.
El decreto de Trump suspende por 120 días el ingreso de refugiados (para quienes provienen de Siria el plazo es indefinido) y por 90 días para ciudadanos de Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen, países de mayoría musulmana.
La medida desató masivas protestas en todo Estados Unidos y una oleada de indignación a nivel internacional, que encontró un reflejo interno en diversos organismos estadounidenses.
Un número no revelado de diplomáticos y empleados de la cancillería estadounidense se plegó a un enérgico documento distribuido internamente en el Departamento de Estado, en disenso de la nueva política expresada en el decreto firmado por Trump.
El Departamento de Estado posee un mecanismo formal, llamado «Canal de Disenso» por el cual el personal diplomático puede registrar su inquietud ante el impacto que una decisión oficial puede tener en la política exterior del país.
Ya al inicio de esta semana, cuando se tornó público que el documento (de contenido reservado) estaba circulando, la Casa Blanca mandó un mensaje que no dejó dudas: el presidente Trump espera que el personal diplomático cumpla con las instrucciones o que se busque otro empleo.
«¿Estos burócratas de carrera tienen problemas con esto? Pienso que deben seguir el programa o irse. Esto se refiere a la seguridad de Estados Unidos», enfatizó el lunes el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer.
En la opinión del vocero presidencial, la mayoría de los estadounidenses está de acuerdo con el presidente en la necesidad de mantener «seguro» al país.
Amistades en Rusia
Por otra parte, la falta de experiencia diplomática de Tillerson no es vista como un problema tan grave como su proximidad con el gobierno ruso, un tradicional adversario de Washington.
Cuando fue nominado por Trump para el Departamento de Estado, las relaciones de Tillerson con Rusia se convirtieron en el centro de una enorme polémica por el supuesto papel ruso en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre.
De acuerdo con diversas agencias estadounidenses de inteligencia, Rusia participó del pirateo y divulgación de correos electrónicos de la adversaria de Trump, Hillary Clinton, para ayudar al millonario a ganar las elecciones.
Sin embargo, en una audiencia ante senadores y que se extendió por nueve horas, Tillerson buscó distanciarse de esa visión y afirmó que «Rusia representa un peligro» para Estados Unidos.
En esa reunión, Tillerson condenó el hecho de que Moscú «invadió Ucrania, incluyendo la toma de Crimea, y apoyó a las fuerzas sirias que brutalmente violan las leyes de la guerra» y declaró que los aliados estadounidenses en la OTAN «tienen razón de alarmarse».
No obstante, se negó a afirmar si respaldaría sanciones, nuevas o vigentes, contra Rusia y reconoció que no ha discutido con Trump cuál será la política del próximo gobierno hacia el antiguo rival de la Guerra Fría.
Tillerson también atacó a China, advirtiendo que el gigante asiático no ha sido un socio confiable de Estados Unidos para presionar a Corea del Norte por su programa