- Periodista, fundador de diariopyme.com y creador de la comunidad innovarock.cl
Así como en los inicios del mundo existieron diversos tipos de dinosaurios y especies extintas, la tecnología tiene una historia reciente precedida de herramientas que hace muy poco eran tan comunes y hoy son objeto de colección.
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La propia máquina de escribir eléctrica con el tipex o el corrector líquido. El papel calco. El fax. Los disquetes de distintos tamaños, que cedieron terreno a la memoria de los propios equipos y al pendrive. ¡Si hasta el CD hoy tiene mayor venta como objeto decorativo en tiendas de diseño especializadas!
Probablemente exagero, pero no tanto. Lo importante es darse cuenta cómo 30 años de historia y desarrollo de la tecnología son comparables con miles de nuestra historia como humanidad.
Y ese constante y vertiginoso cambio nos agota, ya que nos obliga a mantenernos en procesos de adaptación que no dan tregua.
Me compro un equipo y a los seis meses aparece uno mejor. Aprendí a usar esta herramienta digital y ahora la tendencia es usar esta otra. Abrí mi cuenta en Facebook y llegó Twitter, que no logro entender para qué sirve y cuando finalmente lo hago, resulta que aparece Snapchat, Pinterest, Instagram…
El efecto de tanta tecnología es inverso: bajo los brazos y me quedo con mi computador y mis archivos. Ahí está el “proyecto.doc”. Antes de enviarlo por mail le hago un cambio y lo guardo como “proyectofinal.doc”, sin darme cuenta de que había otro anterior que ya había nombrado como “proyectofinal1.doc”. Dos días más tarde, cuando busco la última versión, no sé cuál es y vuelvo a guardar los cambios con el nombre “proyectofinalfinal.doc”. Y así. Voy acumulando archivos que nunca más vuelvo a utilizar, sin orden y en cien carpetas que llenan la pantalla del escritorio.
Mi nivel de amor por la tecnología sigue disminuyendo. Y toca fondo cuando el disco duro del computador se descompone y con él toda la información de años. Pero ¡momento! Soy una persona precavida y tengo todo respaldado. Aprovecho de comprar un mejor equipo, llego a casa y cargo toda la información que hay en el disco duro más algunos archivos repartidos en siete pendrives distintos (probablemente aparezca el que buscaste hace unos meses sin éxito).
¿Y qué tenemos ahora? Un caos digital aún mayor que antes. Ahora sí que mi amor por la tecnología es igual a cero. ¿Puedes cambiar a tu favor toda esta “tecno-historia” de amor y odio? Por supuesto. Y veremos de qué manera en la próxima columna.
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