Nuestro país es actualmente considerado como el epicentro de la astronomía mundial. Esto debido a la gran cantidad de observatorios presentes en el territorio nacional, los que representarían a cerca del 40% de las instalaciones de este tipo en el mundo. La gran pregunta es, por qué se hicieron estas instalaciones de alto costo en nuestro país.
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Los primeros observatorios
Chile tiene historia astronómica que incluso se remonta a la época precolombina. Estudios arqueólógicos contemporáneos han postulado que los incaicos pucará de Chena, pucará del Cerro Mauco y cerro Mercachas habrían sido utilizados como templos con fines, al menos en parte, astronómicos.
El primer observatorio «occidental» de nuestro país data de 1843. Construido por el relojero escocés Juan Mouat y Walter, éste se ubicó en su casa en Valparaíso, el actual Museo Lord Cochrane. Aunque era un aficionado, Mouat y Walter realizó observaciones del paso de un cometa que se publicaron en El Mercurio de Valparaíso en 1843.
Luego, se construyó el Observatorio Nacional del Cerro Santa Lucía, el que fue oficialmente inaugurado en 1852. Este proyecto nació de una expedición científica de la Armada de los Estados Unidos, comandada por el teniente James Melville Gilliss. Fue uno de los primeros observatorios modernos de la época en Latinoamérica y quizás en el más activo durante el siglo XIX. Más tarde, en otro de los cerros emblemáticos de nuestra capital (el San Cristóbal) se instalaría el Observatorio Lick del sur, dependiente de la Universidad de California.
Con el transcurso de los años y la evolución de la tecnología en esta materia, Chile poco a poco fue posicionándose dentro de la escena mundial de esta ciencia.
La nueva era
No fue sino hasta mediados del siglo XX, cuando este tipo de instalaciones llegaron al norte de nuestro país, en pleno apogeo de la Nasa. En 1962 comenzó la construcción del Observatorio «El Tololo» siendo terminado en 1967.
Dos años más tarde el hombre llegaría a la luna con el Apolo 11. De hecho, ese mismo año, en 1969 se fundó el Observatorio «La Silla», el que fue clave en el reciente descubrimiento del nuevo sistema estelar «Trappist».
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Luego se sumaron también los observatorios de cerro Paranal, de cerro Pachón, del llano de Chajnantor, entre otros, convirtiendo a Chile en el primer centro astronómico del hemisferio austral y concentrando el 40% de los observatorios a nivel mundial.
Chile concentra el 40% de los observatorios astronómicos del mundo
¿Qué es lo que transforma a Chile en un lugar clave?
Uno de los factores clave para la instalación de observatorios en nuestro país es la ubicación. Al estar en el hemisferio sur, el campo visual que pueden obtener los telescopios es distinto a los que se obtienen desde los telescopios instalados en Estados Unidos. Sumado a lo anterior, nuestra geografía permite la instalación de estos centros en altura. Por ejemplo, el Observatorio «La Silla» está instalado a 2.400 metros de altura sobre el nivel del mar y el Observatorio «El Tololo» a 2.200 metros sobre el nivel del mar.
Los observatorios que fueron construidos en las décadas de 1960 y 1970 se concentran en la zona norte de nuestro país no solo por la altura, si no que por la limpieza de sus cielos. Al tener altas temperaturas, es poco probable que se generen lluvias, por lo que el cielo nocturno está libre de nubes. Además al ser zonas desérticas con pocas zonas urbanas existe una baja o casi nula contaminación lumínica, lo que favorece la observación de astros desde estos centros.
El último, pero no menos importante, factor clave para transformar a Chile en la capital mundial de la astrología es precisamente su historia. Al llevar varias décadas desarrollando proyectos en conjunto a importantes universidades, corporaciones, gobiernos y centros de investigación de todo el mundo, la burocracia respecto a la instalación de proyectos e investigaciones sobre astrología está bastante estructurada.
Chile posee una amplia trayectoria en este campo y se seguirá ampliando en los próximos años. Expertos plantean que con el descubrimiento del sistema «Trappist» vendrá un nuevo auge para la comunidad científica ligada a la astronomía.
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