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Desde la norteña ciudad de Recife hasta Minas Gerais, en el sureste, millones de hombres, mujeres y niños pusieron pausa a una crisis económica devastadora y dejaron de lado el tembladeral político que aqueja al país para armar una fiesta a cielo abierto, que comenzó el viernes por la noche y cerrará el miércoles después del mediodía.
En Recife, «Galo de Madrugada» se jacta de ser el mayor «bloco» callejero del mundo. Sus acólitos apuestan a reunir dos millones de personas este sábado, el día en que elCarnaval recorre los barrios lejos de los majestuosos sambódromos.
Una mujer disfrazada de policía pedía por la paz, mientras agitaba su cadera junto a un falso pirata bañado en brillantina que sostenía hábilmente una lata cerveza, en un día radiante en el empobrecido nordeste.
Ambos formaban parte de un cortejo que se extiende por seis kilómetros, según estimó el canal Globonews.
La música es un continuo que acompaña los movimientos de superhéroes, celebridades y futbolistas de cotillón. «Tudo de bom» (todo lo bueno), deseaba la policía a los televidentes, arrojando besos a la cámara.
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Rio de Janeiro es otro hervidero. Pese a las nubes, el centro neurálgico del Carnavalofrecía centenares de espectáculos simultáneos por toda la ciudad, encabezados por el «bloco» «Bola Preta», patrimonio cultural de la ciudad con 99 carnavales en su haber y una audiencia que habitualmente supera el millón de personas.
En otro barrio, los músicos del «Bloco da Favorita» arengaban con su funk desde el techo de un camión a una multitud que bailaba y bebía poco después de las 10 de la mañana.
Su cantante proponía diversión con el micrófono pegado a los labios, una gorra de béisbol puesta al revés y las manos subiendo y bajando incesantemente.
En el Carnaval modelo 2017, el funk es uno de los estilos que más se mezclan con las tradicionales sambas y las «marchinhas» que suenan desde los camiones de sonido, donde decenas de músicos apalean tambores, codo a codo con las computadoras de los disc-jockeys e imponentes bailarinas en bikini y tacos altos.
Una mujer maravilla saludaba al lado de un nutrido grupo de hombres vestidos como «Lady Bugs», la superheroína animada francesa, y simulaban combatir el mal saltando y bebiendo embutidos en trajes de licra de lunares y con pelucas azules de dos coletas.
Sao Paulo, el centro económico del gigante sudamericano, es otro inmenso salón de baile, donde llovía espuma sobre una multitud que mezclaba torsos desnudos, plumas, máscaras, falsos Freddies Mercurys, tiaras doradas y, claro, alcohol mañanero.