“Borracho manejo mejor” era una frase que, hasta hace poco, cuando se endureció la legislación chilena, abundaba en gozadores conductores de vehículos. Hoy, sin embargo y afortunadamente, quienes conducen bajo la influencia del alcohol son los menos. Pero hay algo casi tan malo como eso: manejar con sueño.
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De hecho, puestos a elegir y alejados del volante, siempre será mejor estar algo ebrio que derechamente privado de sueño: la sensación de estar borracho suele estar aparejada de sensación de bienestar y alegría.
De cualquier modo, no hay que engañarse. A la hora de manejar, cada uno de ambos factores tiene graves inconvenientes.
He aquí una breve lista de los problemas con cada condición: Los conductores privados de sueño causan uno de cada cinco accidentes de tránsito en Estados Unidos, por ejemplo (fuente: https://www.motleyrice.com/blogpost/being-sleep-deprived-bad-being-drunk). El alcohol es la tercera causal de muerte relacionada con el estilo de vida en ese país (fuente: https://www.cdc.gov/alcohol/fact-sheets/alcohol-use.htm). La falta de sueño puede causar pérdida de memoria, bajas en el sistema inmunológico e incluso problemas de peso (fuente: https://www.cdc.gov/features/dssleep/). El consumo del alcohol puede causar una suma de problemas a corto plazo, desde lesiones a intoxicación por alcohol y un mayor comportamiento de riesgo. Más allá de eso, los efectos a largo plazo incluyen el riesgo de cáncer, así como problemas neurológicos, cardiovasculares, psicológicos y sociales (fuente: https://www.cdc.gov/alcohol/fact-sheets/alcohol-use.htm). En resumen, incluye prácticamente todos los problemas que uno preferiría evitar.
Preguntarse qué es “mejor” o “peor” al manejar resulta un poco complicado, porque mientras tenemos una multitud de pruebas e investigaciones respaldando los peligros del alcohol, estamos empezando a entender las complicaciones de la privación del sueño. Un criterio que podemos abordar es cómo ambas condiciones causan deterioro.
La investigación resulta fascinante. Un estudio comenzado en el año 2000 puso a prueba a las personas en varias tareas del tipo de reacción, cognitivas, espaciales, de memoria y de percepción. Durante un período de la prueba, a los sujetos se les dieron unidades de alcohol en intervalos y se les pidió realizar las mismas pruebas a varios niveles de intoxicación. No era de extrañar que lo hicieran peor en la medida que estaban más borrachos.
Las pruebas se repitieron en intervalos sobre los mismos sujetos, pero esta vez sobrios aunque cada vez más privados de sueño. Encontraron que desde las 16 horas de vigilia, los sujetos completaron la prueba con el mismo nivel de precisión que las personas con 0,05 por ciento de alcohol en sangre. ¿A las 17 horas? Los resultados fueron comparables a su 0,1 por ciento. (fuente: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1739867/pdf/v057p00649.pdf).
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En un estudio similar realizado en la Universidad de Stanford, se pidió a los pacientes con apnea del sueño que realizaran exámenes similares a otro grupo, con un contenido de alcohol en la sangre entre 0,057 y 0,083 por ciento. En las siete pruebas, los pacientes con apnea obtuvieron una puntuación peor que los bebedores del 0,057 por ciento. En tres pruebas, obtuvieron resultados peores que incluso los bebedores del 0,083 por ciento (fuente: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/10522937).
Vale aclarar que estos estudios no están diciendo que hacer cosas borracho es “mejor” que hacer las cosas cansado. Pero parece que, por lo menos, no podemos decir con tanta certeza o seguridad que estar cansado es “mejor” que estar borracho.