Chicos, grandes, rellenos, huecos… son muchas las opciones que el comercio ofrece para regalar huevos de chocolate en Semana Santa. Los más felices, sin duda, son los niños.
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Ellos, los pequeños de la casa, buscarán por todos los rincones los «huevitos» en medio de la conmemoración de la festividad religiosa.
Aquella tradición, sin embargo, no fue igual en un inicio.
Sabemos que la historia tiene muchas versiones, pero la más aceptada hoy en día señala que los cristianos católicos que seguían la abstinencia de la Cuaresma no podían comer, entre otras cosas, huevos ni productos lácteos.
Por ello, guardaban los huevos y, para mantenerlos frescos, los bañaban con una fina capa de cera líquida. En algunos casos les hacían diseños con vistozos colores.
Una vez que terminaba la Cuaresma, los religiosos se reunían delante de la iglesia de su ciudad y los regalaban.
Cabe mencionar que para muchas civilizaciones, principalmente las situadas en Egipto, Grecia, China, incluso en algunos lugares de américa, el huevo representaba fertilidad y vida. Cada vez que terminaba una dura época, se intercambiaban luego de que fueran decorados.
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En pocas palabras, el huevo implícitamente se regalaba para recordar la llegada de fertilidad, vida y nacimiento.
Tiempo después, aquella costumbre europea fue introducida a América luego que llegaron los misioneros.
Con el paso del tiempo no faltó el visionario que quiso otorgar a los huevos de pascua una función comercial y es por eso que se inventaron los huevos de chocolate y los conejos de chocolate, ya que venian decorados y despertarían el interés de los niños.
Mismos pequeños que este domingo, seguramente, disfrutarán buscando y comiendo sus huevos de chocolate.