En su primera visita a Rusia desde que asumiera el cargo a principios de febrero, Tillerson se reunió durante varias horas con su homólogo ruso, Serguei Lavrov, y con Vladimir Putin, aunque este encuentro no estaba programado.
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Si bien Moscú y Washington afirmaron estar dispuestos a intentar superar su «bajo nivel de confianza» para llevar a cabo una «lucha implacable contra el terrorismo», según las palabras de Lavrov, los responsables de la diplomacia de ambas potencias mostraron, principalmente, que discrepan en lo esencial: la responsabilidad del régimen sirio en el presunto ataque químico de Jan Sheijun el 4 de abril y en el futuro del presidente sirio, Bashar al Asad.
Tillerson defendió la salida «de forma organizada» del presidente sirio, mientras que su homólogo ruso insistió en los precedentes caos creados por la salida de «dictadores».
«A pesar de la cantidad de problemas existentes, (…) existen perspectivas considerables de trabajar juntos», aseguró Lavrov, diciendo estar «abierto al diálogo» en todos los ámbitos.
Pero, en una inusual señal de concordia en la conversación, «el presidente Putin confirmó estar dispuesto a restablecer» el acuerdo de prevención de incidentes aéreos en vigor en Siria, que Moscú suspendió tras el bombardeo estadounidense de una base aérea del régimen de Damasco.
Tillerson también indicó que Moscú y Washington pondrán en marcha «grupos de trabajo para los problemas más pequeños (…) para que nosotros podamos ocuparnos de los problemas más serios».
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Deterioro
Horas antes de recibir al responsable estadounidense, Putin había declarado que las relaciones entre Moscú y Washington estaban en peor situación que en la época de la presidencia de Barack Obama.
Los responsables de ambos países se enfrentaron en declaraciones en los últimos días sobre el ataque de Jan Sheijun, y tras el cambio de posición del presidente estadounidense al ordenar el primer bombardeo contra el ejército sirio desde el inicio del conflicto, hace ya seis años.
Mientras que la administración estadounidense considera que «no hay dudas» de que el régimen de Damasco sea el responsable del presunto ataque químico, Rusia insiste en que no existe ninguna prueba que demuestre la autoría del régimen de al-Asad.
La visita de Tillerson a Rusia debe servir para asentar las bases de la «normalización» de las relaciones entre ambos países, prometida por Trump durante su campaña electoral.
Al inicio de la reunión con su homólogo estadounidense, Lavrov afirmó que Rusia quiere comprender «las verdaderas intenciones» de Estados Unidos, para evitar una repetición del bombardeo estadounidense en Siria y trabajar en la creación de un «frente común contra el terrorismo».
Votación en la ONU
Al mismo tiempo, Estados Unidos, Francia y Reino Unido presentaron en el Consejo de Seguridad de la ONU un nuevo proyecto de resolución, que pide la cooperación del régimen sirio en una investigación sobre el ataque.
La diplomacia rusa utilizó su derecho a veto, como había prometido que haría si no se modificaba un proyecto de resolución que había tildado de «inaceptable».
Antes de la votación, la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, declaró que Estados Unidos estaba «dispuesto a colaborar para poner fin al conflicto», mientras que el enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, exhortó a Washington y Moscú a entenderse.
La visita de Tillerson precede a un encuentro tripartito que tendrá lugar a finales de esta semana en Moscú, entre Lavrov y los jefes de la diplomacia siria, Walid Muallem, e iraní, Mohamad Javad Zarif.
La jefa de la diplomacia de la Unión Europea (UE), Federica Mogherini, cerrará el 24 de abril esta serie de encuentros diplomáticos, en el que representará su primer viaje oficial a Rusia.
Sobre el terreno, se empezó a aplicar un acuerdo para evacuar cuatro ciudades sirias asediadas. Unas 30.000 personas deberían salir de dos localidades de la provincia de Idlib (noroeste) en manos del régimen, y de dos enclaves rebeldes asediados por las fuerzas gubernamentales en la provincia de Damasco.