Periodista, fundador de diariopyme.com y de la comunidad innovarock.cl
@leomeyer
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Existen muchas creencias en torno a la innovación, algunas intencionadamente posicionadas en la sociedad y otras que se han instalado por si solas en el inconsciente colectivo.
En el primer grupo de respuestas encontramos que el éxito de una idea innovadora está ligada a los resultados comerciales. Falso. Muchas innovaciones no lograron sobrevivir cuando se acabó el financiamiento inicial, sin embargo, permitieron generar un “desde” para que otro proyecto generara una mejor versión de su antecesora. Un ejemplo: tras casi una década de proyectos ligados al “carpooling” (particulares que comparten su viaje en vehículo con otros) con un débil resultado comercial, fue Uber quien logró afinar el modelo y comenzar una revolución en todo el mundo.
Otra idea nefasta que en Chile promueven gran parte de organismos públicos y privados es confundir conceptos y usar “innovación” como un sinónimo de “emprendimiento”, sin aclarar las importantes diferencias que existen entre uno y otro. El emprendedor es una evolución del empresario tradicional, ambos ligados a industrias y modelos de negocios tradicionales, agrupados por tamaño de ventas y/o empleados.
Mientras un emprendimiento evoluciona en el tiempo y va adquiriendo procesos innovadores en su gestión, el innovador ubica en el centro de su idea esos procesos innovadores y desde ahí construye el modelo de negocio. Vamos con un ejemplo: El emprendedor “Equis” formó una empresa de productos químicos para limpeza industrial y, en los últimos años, generó procesos innovadores de producción limpia y tratamiento de residuos que reciclan gran parte de sus desechos. Pero el innovador “Jota” puso su atención en la necesidad de hacer más eficiente el tratamiento de residuos de las empresas que trabajan con químicos en todo el mundo y, de la mano de la ciencia y la tecnología, prototipó colaborativamente varias soluciones posibles hasta lograr una que es comercializable.
El emprendedor transita por una carretera más tradicional y segura mientras que el innovador lo hace en una vía de alta velocidad, en construcción y con pocas certezas respecto del destino final.
Vamos con dos creencias instaladas de forma natural: la primera es creer que la tecnología en si misma es innovación. Falso. Creer que una aplicación –esas “Apps” que instalas en tu celular—es la mejor muestra para decir que estás innovando es un gran error: la innovación requiere siempre y, en menor o mayor grado, de ciencia y tecnología, pero no todo termina en algo digital.
Otra creencia es pensar que la innovación es el último eslabón de un proceso que parte con una idea de negocio. Falso. Así como la exportación es posible desde el primer día gracias a internet, la innovación puede estar también desde el primer instante. El desafío es que exista un mercado dispuesto a pagar por ella.
Derriba las creencias y acércate sin miedo a la innovación. Es para todos.
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