Ser y ejercer de ateo se ha convertido en un problema en Rusia, donde la religión ya no es «el opio del pueblo», ser ortodoxo está de moda y negar la existencia de Dios puede acarrear una pena de cárcel.
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«Niega la existencia de Jesús y del profeta Mahoma (…), de forma que ha cometido un crimen contemplado en la parte 1 del artículo 148», dictaminó el juez al condenar esta semana a un joven que cazó «pokemones» en una iglesia de Yekaterimburgo.
Ese fallo, que incluía una pena suspendida de 3 años y medio de cárcel, ha indignado a los ateos más activos, antaño mayoría en este país sucesor de la URSS y ahora una especie en peligro de extinción.
Y es que el juez estableció que Ruslán Sokolovski hirió los sentimientos de los cristianos y musulmanes al «negar la existencia de Dios como una fuerza superior» y la de «los fundadores del cristianismo y el islam» en los vídeos que colgaba en internet.
«Nuestra judicatura es omnipotente: ha establecido que dios existe», comentó irónicamente el abogado Guenri Reznik.
La veda la abrió en 2012 el grupo Pussy Riot al interpretar su famosa homilía punk «Madre de Dios, echa a Putin» en una catedral, tras lo que las autoridades aprobaron una ley para defender los sentimientos de los creyentes.
«Esa ley es un sinsentido. Nadie sabe cuáles son los sentimientos de los creyentes. Ahora, pueden castigarme por decir públicamente que dios no existe. Basta con que alguien me escuche», comentó Alexéi Viazovski, redactor jefe de la web «Ateísmo científico».
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En su opinión, el caso de los «pokemones» «puede parecer salvaje a los occidentales», pero es parte de un proceso gradual de persecución de aquellos que discrepan con la tendencia religiosa marcada desde el Kremlin por el presidente, Vladímir Putin.
Esta práctica es especialmente sangrante en las regiones y recuerda el caso de un activista en Stávropol (sur) que fue juzgado por escribir en las redes sociales que la biblia era «un compendio de cuentos judíos».
Las encuestas dicen que más del 70 % de los habitantes de este país se consideran ortodoxos, pero en realidad sólo un 2-3 % es practicante, más o menos el mismo porcentaje de los que se declaran ateos.
«Ser ortodoxo es sinónimo de ser ruso, pero no es lo mismo que ser creyente. De hecho, la mitad de los ortodoxos no cree en dios, según un sondeo del Centro Levada», insiste el periodista.
Viazovski considera que, «finalmente la religión se ha convertido en ‘el opio del pueblo ruso'», ya que, «al perderse la identidad» con la caída de la URSS «hay que agarrarse a algo y aplacar el dolor de alguna forma».
«¿Sabe qué? Me alegro por el proceso contra Sokolovski. Cuanto más oscurantismo, más gente habrá decepcionada con la Iglesia», asevera.
Hasta la comunidad judía, muy fiel al Kremlin, tachó de «absurdo» el fallo y alertó contra castigar la negación de Dios, al considerar que eso «causará un daño irreparable a la actividad misionera», ya que «la gente nunca ha creído en Dios por la fuerza».
«Ahora los valores religiosos se están convirtiendo en una idea nacional similar a la comunista, cuando era suficiente la sola duda en el futuro del comunismo para que esa persona pudiera caer en ‘actividades antisoviéticas'», dijo Boruj Gorin, portavoz de la Federación de Comunidades Judías de Rusia.
Mientras, el líder del Partido contra el Oscurantismo, Kiril Ganin, creyente confeso, opina que esos fallos judiciales son consecuencia de «la falta de libertad y alternancia política» y de la «progresiva degradación de la sociedad» debido a que la Iglesia «se está alejando de Dios».
«La Iglesia se está convirtiendo en una empresa. La culpa la tienen las autoridades, que le dieron carta blanca para hacer lo que quiera», comentó a Efe al criticar el gusto de los popes por los placeres terrenales.
No obstante, considera que es la Iglesia la que está siendo instrumentalizada por el Kremlin como parapeto ante las críticas cuando las cosas se tuercen, como cuando estalla el descontento social.
«Algunos popes me lo han comentado. Sienten que el poder pone a la Iglesia en esa posición para que sirva de chivo expiatorio. Que asalten las iglesias, pero no el Kremlin», apunta.
Y recuerda que el caso de Pussy Riot surgió poco después de que a finales de 2011 estallaran las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la Unión Soviética.
Ganin, que es director teatral, no cree que «Putin y su entorno crean realmente en Dios», ya que, recuerda, si uno es marxista y del KGB no puede ser creyente, aunque tu madre te haya bautizado a escondidas, como confesó en una ocasión el líder ruso.
«Putin lo hace para la galería. Para que cuando haya elecciones presidenciales le votemos», asegura.