Riad, Jerusalén, Belén, Roma, Bruselas y Sicilia: el presidente Donald Trump, en dificultades en Washington, inicia este viernes una gira que será analizada con lupa en las capitales de todo el mundo.
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Este primer viaje extraordinariamente prolongado -cinco países en ocho días, una variedad de entrevistas bilaterales, desde el rey saudita Salmán al papa Francisco, pasando por el nuevo mandatario francés Emmanuel Macron- promete ser un ejercicio difícil para el presidente de Estados Unidos.
La avalancha de revelaciones que precedió a su partida lo puso en una posición delicada en su país y revivió también las dudas sobre su capacidad para desempeñar la función presidencial en presencia de sus homólogos.
«El hecho es que nadie sabe cómo se comportará Donald Trump o qué dirá en reuniones en las que nunca ha estado», resume Stephen Sestanovich, del Consejo de Relaciones Exteriores.
El entorno del impredecible presidente, de 70 años, afirma que su estilo «agradable pero franco» es garantía de eficiencia en las relaciones internacionales.
Trump, poco aficionado a los viajes largos, estará acompañado por su esposa Melania, hasta ahora gran ausente en actividades públicas. Su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner, que son dos de sus asesores más cercanos, también se embarcarán en el avión presidencial Air Force One.
El magnate inmobiliario, que intenta un dramático ajuste de sus incendiarias palabras en su campaña, va a tener que explicar cómo su lema favorito, «Estados Unidos primero», es compatible con el multilateralismo.
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«El presidente sabe que ‘Estados Unidos primero’ no significa ‘Estados Unidos solamente’, sino todo lo contrario», dijo el general H.R. McMaster, su asesor de seguridad nacional. Pero más allá de la frase, muchas preguntas siguen.
Viaje de Nixon en 1974
La percepción del viaje en Estados Unidos será crucial. Consciente de que la amenaza terrorista es un tema de preocupación central, el presidente republicano espera regresar con compromisos tangibles con sus aliados en la lucha contra el grupo Estado Islámico.
Pero, cualquiera sean las imágenes que queden de su gira, serán difíciles de olvidar los casos que sacuden su presidencia en Washington.
Para Bruce Riedel, un ex funcionario de la CIA y ahora analista en la Brookings Institution, una comparación que naturalmente viene a la mente es la del viaje al Oriente Medio en 1974 de Richard Nixon, quien esperaba un éxito diplomático «para desviar la atención del escándalo de Watergate».
«Eso no funcionó, los medios estadounidenses se centraron implacablemente en Watergate, trataron el viaje como algo accesorio y las revelaciones continuaron acumulándose», recuerda Riedel.