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Los sueños en tránsito de los refugiados en Chile

Los refugiados no son números, tienen caras e historias, nombres y apellidos, por eso, rescatamos las vivencias de dos hermanas colombianas y dos hermanos sirios acogidos en Chile

Este 20 de junio se conmemora el Día Internacional de los Refugiados, cargando sobre nuestros hombros el alarmante aumento del número de refugiados en 2016: 65,3 millones, una cifra récord en lo que ya es, la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.

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Chile alberga cerca de 3000 refugiados y solicitantes de asilo. Si bien los refugiados provienen de diferentes países de América Latina, África, Asia y Europa, más del 90% de ellos son de nacionalidad colombiana.

Por motivos diferentes, en países de salida diferentes, con finales diferentes. Todos, son refugiados.

No son números, tienen caras e historias, nombres y apellidos

Por eso, desde Publimetro, quisimos rescatar las experiencias de dos hermanas colombianas y dos hermanos sirios refugiados en Chile, dos perfiles muy distintos pero con un aspecto en común: todos han iniciado un camino huyendo de las amenazas, la violencia o las guerras de sus países. Buscan refugio en el otro lado de la frontera.

-De Colombia a brillar en la natación

Natalia y Valentina González son dos hermanas colombianas que llegaron a Chile hace 10 años, y cuya historia de integración se puede resumir en el concepto que ellas mismas dicen haber creado: “Nosotras nos definimos como “chilombianas”, me siento parte de acá”, dice Valentina, la menor de tres hermanas que junto a sus padres, llegaron a Chile huyendo de las amenazas y la violencia que su familia recibía en Colombia.

Las chilombianas

 

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“Éramos chicas por lo que no entendíamos muy bien los motivos por los que nos venimos, porque nuestros padres nos protegieron de eso para que nuestra infancia no se viera atormentada por la situación que estábamos viviendo”, nos cuenta Valentina.

En su infancia y por el trabajo de sus padres tuvieron que viajar mucho a diferentes ciudades de Colombia, por lo que justifican su éxito de integración en su facilidad para empezar de cero y crear lazos, hasta el punto que el acento colombiano casi se ha perdido y su forma de hablar es completamente chilena.

Además, tienen bien clara la idea de que el proceso, tiene que ser mutuo: “No es sólo que la gente nos acoja, sino nosotros integrarnos a ellos, conocer de la cultura para poder ser parte de ella, no es una cosa que venga solo de un lado, tiene que ser recíproco”, afirma Natalia.

las chilombianas

Natalia y Valentina, de 21 y 19 años respectivamente, llevan una vida muy activa en Santiago: “Nadamos, trabajamos y estudiamos”. Son parte de la selección de natación de la universidad de Santiago y compaginan sus estudios de Ciencias de la Actividad Física y Administración Pública con el trabajo para poder pagar los gastos de los estudios y de la casa.

Formados todos sus vínculos en Santiago, estas dos hermanas tienen en el horizonte seguir realizando sus sueños en el país que les dio acogida, aunque sin querer dejar atrás el lugar donde tienen sus raíces.

-La lucha que no para de dos hermanos sirios

El fracaso europeo en abordar la crisis de refugiados con generosidad y rigor en la acogida, está haciendo que los refugiados tengan que ver otras vías, mucho más temerarias en muchos casos, aumentando el número de los que mueren en el intento y en otros, volviendo más frustrada la búsqueda de una vida estable y segura, como es el caso de estos dos hermanos sirios: Wassil y Waiil Abaahamb, quiénes llevan apenas unos meses en Chile, después de un periplo en el que ya han pasado por Venezuela, Perú, Ecuador y Bolivia, entre otros países.

A estos hermanos les acompaña en los talones el peso de un viaje, una huída. Huyen del conflicto sirio, una guerra cuya prolongación en el tiempo ya ha dejado un balance de entre 320.000 y 450.000 muertos en seis años y cinco millones de personas que han huído del país. En su partida se dan de bruces con otra frontera: la del idioma. Wassil habla un poco de español, pero Waiil maneja sólo algunas palabras, lo que dificulta la integración.

Wassil y Waiil

 

 

Wassil asegura ir de guerra en guerra, ya que antes de venir a Chile estaba en Venezuela, donde están actualmente su mujer y sus hijos. “En Venezuela no tienen guerra, pero están en la misma situación de Siria”, afirma.

Sueña con poder reunirse con su familia mientras trabaja en el país rellenando dulces árabes. Su hermano Waiil por su parte, tiene a su hijo de 17 años en Siria, y se dedica a trabajar en un carrito de comida en Patronato, donde vende zapallitos rellenos.

Waiil en su carrito en Patronato

Gracias a la ayuda del Club de Beneficiencia Siria, la organización árabe más antigua de toda América, estos hermanos han podido encontrar un apoyo y un paso hacia su estabilidad: les dieron un departamento, asistencia legal para resolver los asuntos necesarios en su proceso de integración, así como asistencia médica y dental gratuita.

Las caras de estos hermanos son rostros dignos y luchadores, de gente que sabe que la vida es dura y no le extraña, de quien simplemente pide tener una vida “normal”: “Solo me gustaría conseguir trabajo bien para poder tener a mi familia como antes”, concluye Wassil.

 

 

 

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