El papa Francisco propuso este miércoles crear un nuevo pacto social para el trabajo que reduzca el horario a los empleados más veteranos y permita la contratación de jóvenes, en un encuentro con la Confederación Italiana de Sindicatos (CISL).
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«Es una sociedad necia y miope la que obliga a los ancianos a trabajar demasiado y durante mucho tiempo y no a los jóvenes, que deberían hacerlo por ellos y por todos», defendió el papa ante los delegados sindicales, que celebran su XVIII congreso nacional.
Francisco subrayó ante ellos que «cuando los jóvenes se quedan fuera del mundo laboral, a las empresas les falta energía, entusiasmo, innovación y alegría de vivir».
«Es entonces urgente un nuevo pacto social para el trabajo que reduzca el horario a quienes están en el último periodo laboral, para crear empleo para los jóvenes que tienen el derecho-deber de trabajar», defendió.
En su largo discurso el papa definió el trabajo como «la forma más común de cooperación que la humanidad haya creado» y denunció que «hay muchas personas que aún no trabajan» y «demasiados niños y muchachos que trabajan y no estudian» como deberían.
También criticó que se «descarte» a los trabajadores enfermos cuando, en su opinión, el empleo ejerce también una «función terapéutica», así como que «no siempre se reconoce el derecho a una pensión justa, ni demasiado pobre, ni rica».
En este sentido dijo que las «pensiones de oro» son «una ofensa al trabajo no menos graves que las pobres porque hacen que las desigualdades del tiempo del trabajo sean perennes».
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Ante los dirigentes sindicales el pontífice argentino señaló que deben encarar «dos retos históricos» si quieren seguir desarrollando su «rol esencial en favor del bien común».
En primer lugar llamó a «dar voz a quien no la tiene», a defender la causa del extranjero y de los «descartados» y a «desenmascarar a los potentes que pisotean los derechos de los trabajadores más frágiles».
En este sentido advirtió que «en nuestra sociedad capitalista avanzada, el sindicato corre el riesgo de extraviar esa naturaleza profética (defender a los últimos) y parecerse demasiado a las instituciones y a los poderes que por contra debería criticar».
«El sindicato, con el paso del tiempo, ha terminado pareciéndose demasiado a la política, o mejor, a los partidos políticos, a su lenguaje y su estilo», lamentó.
En segundo lugar, el papa dijo que los sindicalistas deben ser «centinelas» que protejan a los empleados pero también deben dirigir su atención a los «excluidos del trabajo» que, dijo, «son excluidos también de los derechos y de la democracia».
Denunció que «a veces la corrupción ha entrado en el corazón de algunos sindicalistas» y les animó a cuidar «las periferias existenciales» para convertir «las piedras descartadas de la economía en piedras angulares».
El pontífice concluyó su intervención recordando la procedencia griega de la palabra «sindicato», que etimológicamente significa «justicia juntos», para asegurar que «no hay justicia si no es al lado de los excluidos».