¡Permiso tío! ¡permiso maestro! ¡permiso! ¡permiso! ¡permiso!… La banda sonora se reproduce al unísono en el interior de la F06 del Transantiago. El recorrido posee un 61,6% de evasión, el más alto del sistema según datos obtenidos vía transparencia. Ante estos números, Publimetro decidió subir a este servicio y lo acompañó durante las 3 horas que tarda en ir y volver desde la Estación Intermodal de La Cisterna hasta los pies del Cerro La Ballena en Puente Alto.
PUBLICIDAD
«La micro del pueblo», como la denominan sus propios chóferes dado su uso «popular», recorre de poniente a oriente el sector sur de Santiago. Son cerca de 20 kilómetros, en su mayoría entre calles angostas y casas bajas de El Bosque, La Pintana y Puente Alto. Se trata de un servicio que se desentiende de los troncales, las grandes avenidas e ingresa al corazón de poblaciones forjadas desde los años 80 a partir de la erradicación de personas desde diferentes comunas hacia la periferia capitalina.
A las 16:25, mientras el bus espera por iniciar su recorrido, un fiscalizador controla el ingreso y el pago. Se suben 10 personas. Algunas quedan con $0 en sus tarjetas, otras utilizan el viaje de emergencia, pero nadie elude el validador. «Acá todos pagan, es afuera donde nadie lo hace», advierte el inspector de STP, empresa operadora del servicio.
Con pocos minutos a bordo, ya se puede entender el conflicto. En cada paradero quienes no pagan son la amplia mayoría y lo hacen bajo la desinteresada mirada del conductor, quien se justifica en el temor a ser agredido. «Si te haces el choro (sic) te expones a que te peguen, y si no paras te rompen la micro», señala Juan Carlos Jimenez, encargado de llevar el bus a destino.
No obstante, dice estar acostumbrado y asegura que sus jefes también lo están, razón por la que no lo regañan pese el alto porcentaje de no pago. Para él, hasta las autoridades se desentienden al saber «como son las cosas». «Llevo seis meses haciendo este recorrido, sólo una vez se subieron inspectores y no bajaron a nadie», explicó.
Los «chanchos» como califican los conductores a los evasores en la jerga «transantiaguina», son en su mayoría jóvenes. Mientras los adultos mayores pagan, pese a lo escabullida que se encuentre la Bip! en sus bolsillos y carteras, son los sub-40 quienes demuestran su expertíz en el salto del torniquete. Quien puede saltar lo hace. Otros validan una vez y soportan que el torniquete no se cierre para que ingrese el resto de la familia o amigos. Quien no logra acceder y no considera que pagar sea opción, tampoco pierde la cabeza. Se queda junto al chofer en la parte delantera. «Cuidado, no me tape el espejo retrovisor», es la única objeción que hace quien conduce.
«El pasaje es muy caro para el mal servicio que entregan: tienen mala frecuencia y los choferes a veces no paran», aseguró a Publimetro, Lorena Valenzuela, usuaria del servicio, quien pese a validar, defiende a quien no paga.
PUBLICIDAD
En un par de oportunidades el bus no para donde corresponde o cierra sus puertas antes que suban todos. Según el chofer, esto lo hacen al identificar al evasor. «Cierro antes que suban», señala el conductor, pese a que en esta decisión sale damnificada más de alguna persona que queda abajo tarjeta en mano.
Es tanto el rechazo de los choferes, que incluso relatan algunas artimañas para vaciar el bus cuando es colmado completamente por evasores. «Juego con el sistema hidráulico y los frenos para hacer parecer que el bus tiene problemas. Luego me detengo y le digo a la gente que quedamos en panne. Una vez se bajan, arranco de nuevo», indica un operador del recorrido que por coincidencia se sube como pasajero mientras abordamos el tema. Así suma y sigue. Los relatos dan para un par de viajes más, pero nos percatamos que el saldo no da para gustos.
Pese al diagnóstico en terreno, desde el Ministerio de Transportes advirtieron que durante los últimos meses han crecido en un 5% las validaciones en este recorrido. La razón, explican, sería el aumento de torniquetes, los cuales llegan al 50% de la flota. Sin embargo, los choferes creen que aún es insuficiente: «Hay gente que va a dos cuadras a comprar el pan en micro. Esto se transformó en una costumbre», sostiene Jimenez.
Ministra de Transportes, Paola Tapia: «La fiscalización no va en busca de un servicio»
¿Cómo se aborda la evasión en sectores periféricos?
No estamos por estigmatizar una u otra comuna o servicio. Estamos por desarrollar el plan integral que llevamos a cabo, dados los múltiples factores que inciden en la evasión. La preocupación es por el sistema en su conjunto. Trabajamos no sólo en medios de acceso, sino también en cómo hacer más eficiente el control y la fiscalización, además de educación cultural.
¿Cómo explica la pocas fiscalizaciones que se realizan a este servicio, según los propios choferes?
La fiscalización no va en busca de un servicio. Son aleatorias y muestras referenciales. En torno a ellas se realiza la medición estadística. Puede que en otro trimestre este servicio no fue controlado.
¿Estas muestras no les entrega qué zona tiene más evasión para aumentar la fiscalización en ellas?
Estamos trabajando en cómo mejorar la eficiencia de estos controles y estamos en un proceso de revisión exhaustiva de las muestras. Luego daremos cuenta de la conclusiones de este trabajo.