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Ojos en suelo, paredes cubiertas de sangre y dos hermanas abrazadas: así fue el crimen más macabro de Europa

Libros, películas y estudios sicológicos han mantenido vivo un caso ocurrido en 1933 y que todavía sigue causando asombro e impacto en Francia.

Un terrorífico escenario fue el encontrado por la policía francesa en una vivienda en la ciudad de Le Mans en 1933. René Lancelin, un abogado de la elite social de la localidad se encontraba preocupado debido a que llevaba horas sin saber de su esposa e hijas, Léonie y Geneviève respectivamente, luego que quedara de juntarse con ambas para ir a cenar, pero nunca aparecieron.

Ese 2 de febrero, debieron usar sus linternas en la casa porque la luz se encontraba cortada. En el primer piso no hallaron nada, pero cuando iban a comenzar su ascenso hacia la zona superior del domicilio, vieron un extraño objeto en la escalera. Pensaron que era una bolita, pero tras apuntar bien hacia el lugar, observaron un ojo humano.

La situación no mejoró en el segundo piso. Ahí yacían los cuerpos de las mujeres desaparecidas, las que estaban llenas de cortes en su cuerpo, sin los ojos, con sus rostros desfigurados y con la ropa interior bajada. Alrededor de ellas, las paredes estaban completamente cubiertas de sangre.

Tras esto, volvieron a subir las escaleras, esta vez con dirección a la buhardilla. En ese lugar estaban las piezas de las empleadas domésticas y justamente encontraron a dos de ellas, acostadas en una cama y abrazadas: las hermanas Christine y Léa Papin.

Las jóvenes de 28 y 21 años respectivamente se encontraban en buen estado, vestidas con una bata y con rostro de nerviosismo. Apenas fueron requeridas por los oficiales confesaron el salvaje crimen. Además que toda la evidencia visible en el lugar las vinculaba a ellas, ya que a sus pies había un martillo ensangrentado.

Las mujeres explicaron la causa que las llevó a cometer el doble asesinato: ese día las víctimas les encomendaron una serie de tareas, entre ellas planchar la ropa. Sin embargo, una falla eléctrica les impidió hacerlo. Al intentar explicar después el hecho a las dueñas de casa, éstas les habrían recriminado su mala labor.

Esta situación molestó a las hermanas, quienes les sacaron los ojos con sus propias manos. Tras esto, usando el mencionado martillo, un cuchillo y una cacerola, las golpearon hasta causarles las muertes. Posteriormente, se bañaron, cortaron la luz y cerraron las puertas para que Lancelin no las encontrara, y esperaron en la cama la llegada de la policía.

El caso impactó a Francia. Algunos medios hablaron del salvaje crimen, otros se escudaron en los malos tratos a las empleadas, pero luego se indicó que las agresoras ganaban más dinero que el promedio, y que contaban con una pieza para vivir que tenía electricidad, algo escaso para quienes realizaban ese trabajo.

Luego el debate se centró en el aspecto sicológico y siquiátrico de las hermanas. En ese sentido, la pregunta era si actuaron premeditadamente o bien, fue un acto de locura. Tres informes diferentes concluyeron que estaban cuerdas, por lo que fueron a prisión. Christine recibió cadena perpetua y Léa diez años de trabajos forzados.

La hermana mayor se dejó morir de inanición en la prisión cuatro años después, tras sufrir diversos episodios de delirios. La segunda cumplió su castigo, se fue a vivir con su madre y mantuvo un bajo perfil hasta que murió a los 90 años.

Mientras tanto, en los medios escritos galos se trató el tema durante años. El fiscal del caso señaló que las hermanas eran unas «perras que muerden la mano que deja de acariciarlas». Mientras que el sicoanalista Jacques Lacan escribió un ensayo que afirmaba que «en el crimen predominaba un elemento de autodesprecio por parte de las asesinas, que al arrancar los ojos de sus víctimas destruían el espejo en el que ellas se reflejaban y por el que se sentían juzgadas. Se sugería además una conexión incestuosa entre las hermanas, sublimada al exponer a la vista las partes íntimas de la madre y la hija tras el asesinato».

Según consigna la revista Vanity Fair, el caso hasta el día de hoy se mantiene vigente en Francia. Obras de teatro, películas (una de ellas es la famosa «La Ceremonia» de Claude Chabrol) y libros han sido y se siguen publicando en la actualidad sobre el doble asesinato y respecto a la vida de las dos culpables del crimen. Las dos jóvenes habían sido víctimas de un padre golpeador y borracho, al cual se le acusa haber violado a su hija mayor, la cual después se convirtió en monja. Mientras que la madre las entregaba en custodia a amigos y familiares.

 

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