Una fuerza de 10.000 hombres -incluidos 8.500 militares– empezó a desplegarse el viernes en Rio de Janeiro, un estado brasileño en pleno marasmo económico, devastado por la inseguridad y los enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes.
PUBLICIDAD
Blindados de transporte de tropas circulaban por la ciudad, después de que el presidente Michel Temer firmara el decreto que «autoriza el empleo de las Fuerzas Armadas en el Estado» de Rio.
Dos vehículos de ese tipo, con decenas de uniformados en torno, se desplegaron en el aeropuerto de Santos Dumont, en el centro de la ciudad, y otros dos en la playa de Botafogo, indicaron reporteros de la AFP.
En total, 8.500 militares, 620 de la Fuerza Nacional (formada por diversos cuerpos policiales y de bomberos), 380 de la Policía de Carreteras y 740 policías del estado de Rio integran el refuerzo.
El despliegue se prolongará hasta fines de 2018, cuando concluya el mandato de Temer.
«El objetivo de la misión es preservar el orden público y garantizar el funcionamiento de las instituciones», explicó el mandatario conservador en un video colgado en las redes sociales.
– «Un pacto por la seguridad y la paz» –
El ministro de Defensa, Raul Jungmann, dijo que no está previsto un patrullaje militar «ostensivo» y que la operación se estructuraría en torno a cuatro ejes: «inteligencia», «integración» entre cuerpos, operaciones «sorpresa» y «participación activa» de la sociedad.
PUBLICIDAD
«Rio precisa un pacto por la seguridad y por la paz», afirmó.
«Vamos a llegar al crimen organizado, a sus cadenas de mando», prometió.
«Estamos repitiendo la fórmula de los Juegos Olímpicos de 2016, que tanto éxito tuvo», afirmó Jungmann. Durante los Juegos de agosto pasado, se desplegaron 85.000 militares y policías, el doble que en Londres-2012.
Con 6,5 millones de habitantes y una enorme desigualdad social, Rio enfrenta altos niveles de criminalidad, alimentados por bandas de narcotraficantes fuertemente armadas.
La sensación de inseguridad se ha agravado por la catastrófica situación financiera del estado, que retrasó el salario de muchos de sus funcionarios, incluidos los policías.
A fines de junio, casi un centenar de policías militares (PM, un cuerpo de represión dependiente de las autoridades de cada Estado) fueron detenidos y acusados de implicación y complicidad en el tráfico de drogas.
Y en lo que va del 2017, 91 policías murieron en este estado petrolero, sede de Petrobras, en el centro del escándalo de sobornos que condujo tras las rejas a buena parte de la élite política y empresarial del país, entre ellos el exgobernador Sergio Cabral.
Una de cada cuatro escuelas tuvo que cerrar por determinados periodos o se vio obligada a interrumpir cursos a causa de tiroteos u otros tipos de enfrentamientos este año.
En promedio, tres personas fueron víctimas cada día de balas perdidas en los seis primeros meses del año, según un estudio del diario O Globo.
«Hemos perdido totalmente el control de la seguridad de Rio, ya nadie puede desplazarse con tranquilidad», escribió a mediados de mes en una red social el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia.
En febrero, unos 9.000 soldados reforzaron la seguridad de Rio en vísperas del Carnaval, ante un principio de huelga policial.
Temer, que ostenta un nivel récord de impopularidad (5% de opiniones favorables) adopta estas decisiones en vísperas de una semana crucial, en la cual la Cámara de Diputados votará si encamina a la corte suprema o si archiva una denuncia de corrupción pasiva en su contra.
– Los militares «no resuelven nada» –
Para Anderson França, un escritor y cronista de la violencia en Rio, muy seguido en las redes sociales, «la llegada de los militares no resuelve nada. Es como enjugar hielo, porque trata la consecuencia y no la causa de un problema».
«Estamos trayendo militares a una ciudad totalmente desgobernada, sin discutir las causas por las cuales está desgobernada», subrayó el autor de «Rio em shamas» (Rioen llamas) en una entrevista telefónica con la AFP.
«Precisamos pensar nuevas alternativas de combate y de regulación del mercado de estupefacientes, porque el que existe no funciona», insistió França, que esta semana tuvo que anular su participación en la Fiesta Literaria Internacional de Paraty (FLIP, en el estado de Rio), después de que un internauta anónimo ofreciera una recompensa para asesinarlo con una «bala perdida».
El escritor indicó que la anulación fue decidida por organismos que consideraron la amenaza creíble, pero que «el gran tema que debe debatirse es el racismo, porque la amenaza vino a causa del racismo».