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Gobernando con el enemigo: peleas y traiciones en el poder en América Latina

El último episodio sacudió a Ecuador. La ruptura de facto del presidente Lenín Moreno con su vice Jorge Glas, sospechoso de corrupción, revivió lo ocurrido en los últimos tiempos en Brasil, Colombia y Paraguay.

¿Por qué el ejercicio del poder convierte a aliados en enemigos?

Salvando diferencias entre países, los analistas creen que las alianzas oportunistas, la corrupción y los liderazgos caudillistas explican este fenómeno que afecta por igual a derecha e izquierda, y que supera ficciones como «House of cards» o «Games of Thrones».

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– Brasil: una alianza precaria –

La ex presidenta izquierdista de Brasil Dilma Rousseff y el actual mandatario, el conservador Michel Temer, protagonizaron hace casi 15 meses una trama digna de culebrón político.

Desgastada por la Operación Lava Jato, que puso al descubierto el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil, Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), fue destituida por el Congreso, acusada de manipulación de cuentas públicas.

La expresidenta acusó de lo que calificó de golpe a su hasta entonces vicepresidente Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, centro-derecha), quien asumió la presidencia de manera interina hasta 2018.

Según Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, el binomio Rousseff-Temer es el ejemplo de «alianza oportunista para ganar elecciones», entre dos líderes con pocas afinidades.

«Cuando vienen las crisis estos arreglos demuestran sus falencias, porque cada partido de la coalición va a proteger su propio interés político y los vicepresidentes van a aprovechar todas las oportunidades para hacerse con el poder», explicó a la AFP.

– Colombia: la deslealtad –

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El ex presidente colombiano Álvaro Uribe y el actual mandatario Juan Manuel Santos mantienen desde hace años una pelea abierta.

En 2010, al término de su mandato, Uribe promovió la llegada de su exministro de Defensa a la presidencia, convencido de que una vez en el poder proseguiría con su lucha a muerte contra las guerrillas.

Las primeras diferencias no tardaron en llegar, cuando días después de asumir la presidencia Santos anunció que restablecería las relaciones con la Venezuela de Hugo Chávez, el gran enemigo de Uribe.

Pero la ruptura total se consumó cuando Santos entabló los diálogos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

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«Uribe y Santos encarnan el caso de los líderes fuertes, los caudillos, que plantean límites a sus sucesores. Y cuando estos disienten y buscan su propio camino, como Santos, terminan en ruptura, en términos de deslealtad y de traición», señala Felipe Burbano, politólogo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), con sede en Quito.

– Ecuador: caudillismo –

En Ecuador, Moreno despojó de las funciones que le había asignado a Glas, aunque la Constitución le impide destituirlo. Una sorpresiva disputa que desgarra al oficialismo, en el poder desde 2007, entre los partidarios del actual mandatario y los del expresidente Rafael Correa.

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Y tiene como trasfondo las acusaciones de corrupción que pesan sobre el vicepresidente, aunque la justicia no lo ha sentenciado en ningún caso.

Para Burbano, el sistema presidencialista imperante en la región hace que los partidos y las estructuras de gobierno se organicen a partir «de liderazgos muy personalistas, caudillistas» y que relevarlos pase «por una especie de asesinato político» del antecesor.

«Eso lo que estamos viendo en Ecuador, donde además, en pleno vendaval (de la constructora brasileña) Odebrecht, la lucha contra la corrupción planteada por Moreno implica la lucha contra el anterior gobierno», señala.

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– Paraguay: atajo hacia el poder –

Un juicio político exprés en el Congreso sacó del poder en Paraguay al exobispo de izquierda Fernando Lugo en junio de 2012 y puso en su lugar a su vicepresidente Federico Franco, de centroderecha, su compañero de fórmula en la Alianza Patriótica para el Cambio.

En una jugada para poner «freno al bolivarianismo», el partido de Franco le retiró el apoyo a Lugo en el Congreso, que lo destituyó «por mal desempeño de sus funciones» tras una matanza de policías y campesinos, ganándose el rechazo unánime de la izquierda latinoamericana.

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«Es el caso del aliado que consideraba no ser tenido suficientemente en cuenta rompe la alianza y se sirve de la letra de la Constitución para llegar a la presidencia por un atajo», opinó el analista argentino Gabriel Puricelli, del centro de estudios Laboratorio de Políticas Públicas.

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