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Aman la Unión Soviética y son locos por el fisicoculturismo: Transnistria, la nación que no existe y que lucha por ser país

La República de Transnistria se ubica entre Ucrania y Moldavia y lleva años intentando ser un estado independiente.

La hoz y el martillo de la extinta Unión Soviética sigue flameando en sus banderas. Stalin y Lenin adornan orgullosamente las diversas sedes del gobierno. Esas imágenes invocan a décadas pasadas. Sin embargo, son el presente de la República de Transnistria, la nación que no existe pero que lucha incesantemente por ser reconocidos como país independiente.

Se ubica entre Moldavia y Ucrania, perteneciendo a este primer país como región autónoma. Tiraspol es su capital, el rublo transnistrio es su moneda oficial y tienen su propio gobierno, parlamento, servicio de correos, ejército y policía. Cuentan con himno patrio, bandera, escudo y constitución. Pero les falta lo más importante: ser una nación.

Pese a esto, el jefe de Estado Vadim Krasnoselsky lidera en Transnistria. En tanto, en el parlamento unicameral existen 43 legisladores, los cuales salen de los siguientes partidos políticos: Partido Comunista de Transnistria, Partido Comunista Transnistriano (nombres parecidos, pero tiendas diferentes), República y Renovación. Estas dos últimas son de tendencia nacionalista y de línea conservadora respectivamente.

La población en tanto añora a la Unión Soviética. En 1990 se declararon como zona libre de Moldavia buscando ser una especie de URSS en miniatura, sumergiéndose en 1992 en una Guerra Civil que dejó más de mil 500 muertos, quedando como región autónoma de la mencionada nación. Pese a esto, el 2006 realizaron un referéndum en donde el 97% votó a favor de su independencia.

Y pese a que todavía no lo logran, sus calles parecen sacadas de décadas pasadas. Tienen una arquitectura similar al de la extinta potencia mundial y mantienen muchas de las conductas y tradiciones soviéticas.

Pese a toda esa onda nostálgica, hecho que hace que miles de personas visiten Tiraspol para sentirse viviendo en otra época, las críticas no han dejado de arreciar a la zona. Ha recibido reclamos por parte de organizaciones sociales y de derechos humanos por maltratos a homosexuales. También hay lamentos por parte de credos como los testigos de Jehová, quienes acusan que son perseguidos por las autoridades.

Pero fuera de estos puntos, el día a día en Transnistria es similar al de cualquier nación europea. Los jóvenes son adictos a las redes sociales, a escuchar música y ver televisión, como en prácticamente todos los lugares del mundo. Eso sí, hay una diferencia: el culto al físico.

En base a un pensamiento militar, los jóvenes se preocupan de estar aptos para ingresar al Ejército, por lo que es común las fotografías de adolescentes practicando el fisicoculturismo.

«Transnistria todavía debe desarrollar su propia cultura y tradiciones. El centrarse en el ejército y en la educación física es un intento de inculcar algunos valores patrióticos en los niños, y transmitirles así el amor por su nación», sostuvo sobre este último punto el fotógrafo Anton Polyakov a la revista Vice.

Mientras tanto, los cerca de 690 mil habitantes del lugar seguirán luchando por su independencia, viendo los partidos de fútbol del Sheriff Tiraspol y llevando una vida lo más normal que se pueda, en un contexto de una nación que oficialmente no existe.

Mira las fotos del «país que no existe»:

 

 

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