“No está permitido comprar a vendedores ambulantes, ni donar dinero a músicos al interior de los trenes”, dice el letrero con el que Metro les declaró la guerra. El cartel fue instalado en varios convoyes de las Líneas 1 comenzaron a hacerse notar desde el principio de esta semana.
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El cartel, que está traducido al inglés, apela a los pasajeros a no fomentar ambas prácticas que habrían aumentado progresivamente con los años. Según un reporte de la 60º Comisaría de Metro de Santiago, durante el primer semestre de este año hubo al menos 2.473 multas a vendedores que promocionaban sus productos en dependencias del tren subterráneo.
Artistas no oirán el llamado
El músico cubano Félix Martínez (51) da al menos cuatro vueltas en distintas líneas del tren, tocando salsa. Acompañado de su colega francesa Marie-Ange Perorizet (49), ambos suben con un amplificador, maracas y una trompeta a presentar su show. Comenta que en cada viaje intentan ser lo más respetuoso posible, «poniendo el parlante a un volumen más o menos bajo».
A su juicio, el letrero no tendrá ningún tipo de efectividad. «Cada uno es libre de opinar. Si alguien quiere criticar, está bien. Obviamente hay personas que no les gusta, pero hay otros que nos aplauden», declara.
Por eso advierte que hará caso omiso a la prohibición de Metro. «Si la gente le gusta la música, no hay para qué restringirlos: ellos van a donar igual».
Una opinión más filosófica es la que tiene su acompañante, la música francesa Marie-Ange. «Para mí es muy importante seguir trabajando, porque se trata de entregarle cultura a todos», reflexiona.
Será esa misma postura la que adoptarán algunos vendedores ambulantes. María de Cerrillos, de 28 años -no quiso entregar su apellido- aseguró que ni siquiera había visto el letrero y que con o sin él, de igual forma seguirá ofreciendo las cajas de chocolates que en la oportunidad en la que hablamos con ella, estaba vendiendo «a luca y a mil».
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Punto de vista legal
«La norma que rige al Metro es el decreto 910 del año 1975», explica abogado y secretario de la Facultad de Derecho de la Usach, Luis Bobadilla.
«En el párrafo segundo, en el artículo 21 número 9 se establece la prohibición de ejercer la mendicidad, el comercio ambulante, la prostitución o recolectar dinero en los coches, en las estaciones u otros recintos del Metro» agrega indicado además que las penas estipuladas por transgredir esta norma pueden llegar a un sueldo mínimo.
Pero también advierte que para que las multas lleguen a concretarse, primero es necesario que un fiscalizador les pregunte la identidad, para luego enviar los antecedentes a la policía. Esta debe entregar el caso a los juzgados de policías locales y ahí es donde se concreta la pena pecunaria.
Cumplir todo eso es largo y, según la experiencia de Marie-Ange, la únicas veces en que un guardia la han sorprendido, simplemente la han bajado del Metro y listo.
Artistas comparten espacio
A través del twitter, cada día recibe Metro reclamos de usuarios por el ruido que se genera cuando dos grupos de músicos o comerciantes se juntan en el mimo vagón.
«Sabemos que puede ser molesto para los pasajeros. Trabajamos para terminar con estas conductas en la red», respondieron de la Estatal a un usuario que reportaba que un rapero estaba cantando a metros de un intérprete de baladas.
Martínez asegura que cuando ocurre ven a otros músicos, suelen bajarse. En otros casos, confirma, dejan entre uno o dos vagones de espacio para que la música de ambos no genere tanta contaminación acústica.
De todos modos confiesa que hay algo que sí ocurre: mientras tocan, a veces, pasan vendedores ambulantes. En esas situaciones, sostiene, los comerciantes suelen no vociferar sus productos. Es como un código no escrito que ambos grupos respetan.
Visiones divididas
«A veces se suben artistas que tocan buena música y a mí no me molestan», declara a Publimetro Jorge Villagrán (25), estudiante de informática. Agrega que incluso a veces hasta les da dinero, cuando el espectáculo les gusta.
«Los que me molestan son los que se suben a rapear, porque producen mucho ruido», confiesa Villagrán.
Distinta es la visión de Lucero Olivos (23), estudiante de nutrición. «Los odio, porque incomodan el viaje. Interrumpen todo. A veces una se quiere leyendo y ellos están metiendo bulla. Siempre dicen ‘mi intención no es molestar y que disfruten su viaje’, pero al final sí molestan», reclama.