El presidente catalán, Carles Puigdemont, declaró este martes ante el parlamento regional que asume el «mandato» de que Cataluña sea una «República independiente», pero pidió suspender los efectos de la secesión para propiciar un diálogo.
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«Pido al parlamento que suspenda la declaración de independencia para iniciar un diálogo las próximas semanas», declaró el dirigente ante los diputados catalanes en Barcelona.
Asimismo, habló este martes de la necesidad de «desescalar la tensión», en su discurso en el parlamento, en el que podría declarar unilateralmente la independencia de la región.
Existe «la necesidad imperiosa de desescalar la tensión y no contribuir ni con la palabra ni con el gesto a incrementarla», dijo el presidente, explicando que su comparecencia de este martes no es por «voluntad personal, ni obsesión, es por los resultados» del referéndum prohibido del 1 de octubre.
La sesión se inició con una hora de retraso porque Puigdemont lo solicitó, según su campo, por «contactos para una mediación internacional», aunque el gobierno español desmintió rápidamente ese escenario, indicaron a la AFP fuentes coincidentes.
En la coalición conviven diferentes sensiblidades, desde el conservador PdeCAT, al partido de extrema izquierda de las CUP. Fuentes de la oposicion afirmaban que el retraso se debía en realidad a discrepancias con este partido.
El gobierno español había pedido a Puigdemont que no hiciera nada «irreversible» y desistiera de agravar la crisis política que vive España, la peor de su era democrática moderna, una demanda a la que se sumaron voces europeas.
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El parlament donde hablaba el presidente era un fortín. La policía catalana cerró al público el parque donde se encuentra la cámara para «prevenir situaciones de presión sobre la actividad parlamentaria», ya sean unionistas o secesionistas, señaló un portavoz del cuerpo policial.
Las vallas rodeaban las entradas al parque, y había decenas de furgonetas policiales, muchas de ellas dando vueltas por la zona. Para entrar había que pasar por dos controles más que los habituales y un helicóptero sobrevolaba la sede.
– «Más ilusión que miedo» –
En el exterior de la zona acordonada, en el paseo Lluís Companys -el último presidente catalán que había declarado la independencia-, miles de personas seguían esperando el discurso en dos pantallas gigantes de televisión.
El aplazamiento dejó a la gente expectante, hablaban entre sí y se preguntaban por el retraso.
«Será algo protocolar», especuló Lidia Gómez, una auxiliar de veterinaria de 34 años. «Muchos nervios, pero ya llegados aquí, una hora más no importa, lo hace más emocionante», añadió.
«Estamos esperando que declaren la independencia y sabemos que tendremos que estar en la calle para defenderla», dijo Marta Martínez, abogada de 50 años.
El portavoz del gobierno español, Íñigo Méndez de Vigo, avisó al presidente catalán: «quiero pedirle al señor Puigdemont que no haga nada irreversible, que no emprenda ningún camino que no tenga vuelta, que no lleve a cabo ninguna declaración unilateral de independencia, que vuelva a la legalidad», dijo a la prensa.
Rajoy comparecerá el miércoles a las 14H00 GMT en el Congreso de los Diputados para hablar de Cataluña.
Sobre la mesa, el gobierno tiene la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que prevé la suspensión del autogobierno de Cataluña, restaurado tras la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), o incluso decretar un estado de emergencia, pero podría optar por una serie de medidas menos alarmantes.
La vicepresidenta del gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, en una acalorada sesión en el Senado, dijo que «vivimos uno de los momentos más importantes y difíciles de nuestra democracia», restaurada con las elecciones de 1977 y la Constitución de 1978 tras la dictadura franquista.
El gobierno español recibió además el respaldo del presidente francés, Emmanuel Macron, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien pidió al ejecutivo catalán que «no anuncie una decisión que vuelva tal diálogo imposible»
Por su lado, Macron señaló que «confía» en una solución pacífica ante el «acto de fuerza» del ejecutivo catalán.
Pero las presionas nacionales e internacionales, así como la fuga de empresas y la incertidumbre económica, podrían moderar la postura de Puigdemont, que reclama una mediación internacional para solucionar el conflicto.
En juego está el futuro de un territorio estratégico para España, con una superficie similar a la de Bélgica, con un 16% de su población y un 19% de su Producto Interior Bruto.
Y el gobierno español no piensa quedarse de brazos cruzados.
– «La firma de la independencia»-
En el auditorio del parlament. Ese fue el lugar escogido para que autoridades de Junts pel Sí y la CUP firmaran la declaración de independencia de Catalunya.
Uno a uno los miembros de ambos partidos, incluido el mismo Puidgemont, estamparon su firma en el papel que declara: “Constituimos la República catalana, como Estado independiente y soberano, de derecho democrático y social”.
El documento también declara la voluntad de los independentista a abrir negociaciones con el Estado español «sin condicionantes previos, dirigidas a establecer un régimen de colaboración en beneficio de las dos partes”. “Las negociaciones deberán ser, necesariamente, en pie de igualdad”
– ¿Tercera declaración de independencia en 86 años? –
En los últimos 86 años, el gobierno catalán ha proclamado en dos ocasiones la independencia, sin que llegara a materializarse. El primero en hacerlo fue Francesc Macià en 1931 y, el segundo, Lluís Companys en 1934, lo que le costó ir a la cárcel.
Ante este horizonte, las empresas optaron por resguardarse: de las siete compañías catalanas en el selectivo bursátil español, seis trasladaron su sede a otras regiones españolas, como los bancos CaixaBank y Banco Sabadell, o la energética Gas Natural.
«Es un reflejo claro del grado máximo de preocupación» del mundo empresarial, advirtió en un comunicado la principal patronal regional, Fomento del Trabajo, pidiendo a los independentistas frenar sus planes que podrían llevar «hacia la insolvencia económica».
José Luis Bonet, presidente de Freixenet, la gran marca de cava -vino espumoso catalán- se mostró convencido de que habrá declaración de independencia pese a que sería «un desastre».
«Si lo hacen, será un desastre, pero en cualquier caso lo harán», dijo a la radio Cadena Ser, avisando de que su marca seguirá el camino de las principales empresas y se irá de Cataluña.
«Lo que sí es seguro es que va a continuar el éxodo» de empresas, pronosticó.