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Muchas vidas quedaron asimismo sacudidas, teniendo en cuenta que más de 8000 casas y edificios quedaron despedazados o directamente reducidos a polvo, dejando sin hogar a muchas personas, tanto ricos como pobres.
Sin embargo, no hay cifras oficiales de cuántos se quedaron sin vivienda, mientras, la mayoría de las personas «han ido abandonando los albergues y encontrando acomodo en casa de amigos o familiares; otros, que perdieron sus casas y ya han sido demolidas y retirados los escombros, se han instalado en esos mismos predios casas de campar, carpas de lona que han sido sido donadas por organizaciones internacionales de Israel y China», así nos lo cuenta Luis Tlapa,un fotógrafo de Jojutla, en el estado de Morelos y epicentro del sismo quién nos reportó cómo se encuentra la zona cero a un mes de la tragedia:
«Jojutla aún está muy dolida, creo que la gente aún empieza a despertarse para darse cuenta de que la tragedia que sacudió nuestra localidad es una realidad, recién reparamos en que la magnitud fue mayor de lo que pensábamos. Ahora que se comienzan a demoler las viviendas la ayuda ha disminuido, pero ha crecido la fortaleza en los corazones de los Jojutlenses ahora más resignados pero con más fuerza para soportar esta desgracia…», comenta apesadumbrado Luis, que cree que todo el esfuerzo que hace el gobierno y la sociedad civil no alcanza para cubrir las necesidades de la gente que perdió su vivienda y seres queridos.
-«Esto va para largo»-
El poder ciudadano demostró su fuerza y su potencial para cambiar un país afligido por la letanía cotidiana de crímenes y corrupción. «La gente se ha ido organizando poco a poco, hay días que llega la desesperación, la incertidumbre de saber qué va a pasar con el futuro que viene, pero las circunstancias los ha hecho ser más fuertes, han aprendido a administrar mejor su ayuda, ya que ha disminuido a comparación de los primeros días. Ahora los albergues son más comedores comunitarios donde se les proporciona las 3 comidas, regaderas, baños, atención médica y productos básicos que se le raciona y se les da de a poco porque esto va para largo…» comenta Luis.
En Morelos, al sur de la capital, las mayores afectaciones se registraron en su capital, Cuernavaca, y los poblados de Axochiapan y Jojutla, donde edificios, casas y construcciones históricas colapsaron.
En la Colonia Zapata de Jojutla, la que resultó más dañada, «las condiciones aún no son las óptimas,aún hay máquinas trabajando en las calles y casas a punto de colapsar que aún no han sido derrumbadas, es por eso que las condiciones no son las idóneas para volver a clases», comenta. La escuela 10 de abril donde estudian los hijos de Luis quedó a punto de colapsar y fue un milagro que no se desplomara, ya que los niños aún estaban en clase a la hora que ocurrió el sismo. Entretanto, los niños reciben asesorías y se dan guías para que trabajen en sus casas mientras se busca un espacio donde colocar aulas móviles».
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«El gobierno estatal desde el primer día instaló estos albergues en campos de fútbol y en escuelas que quedaron en pie dentro de las mismas Colonias que resultaron afectadas, algunos de los albergues son manejados por el gobierno federal, otros el estatal y algunos más, el municipal, donde finalmente la ayuda que llega es de los tres niveles del gobierno pero principalmente por la sociedad, que acuden a donar víveres y alimentos para que estos albergues sigan funcionando, asegura Luis y añade que «la tarea no ha sido fácil pero poco a poco la gente se ha sacudido el polvo y se ha puesto a trabajar para levantar Jojutla lo más pronto posible», concluye.