La justicia sudafricana condenó a 19 y 16 años de cárcel a dos granjeros blancos acusados de intentar encerrar vivo a un joven negro en un ataúd y de amenazarlo de muerte, un caso que ilustra la persistencia de las tensiones raciales en el país.
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El tribunal de Middelburg (noreste) sentenció a Willem Oosthuizen a 16 años de prisión, entre ellos cinco en suspenso, y a Theo Martins Jackson, a 19 años de cárcel, cinco de ellos en suspenso.
«La conducta de los acusados fue de lo más deshumanizante y repugnante», declaró la juez Segopotje Mphahlele, que consideró que su actitud «aviva las tensiones raciales» en el país.
Oosthuizen y Jackson, que se habían declarado no culpables, acogieron la sentencia con nerviosismo, y agacharon la cabeza al oir las palabras de la juez mientras sus familiares rompían a llorar.
Su víctima, Victor Mlotshwa, lucía por su parte una amplia sonrisa tras conocer la condena, y los militantes del gobernante Congreso Nacional Africano (ANC), que le habían brindado su apoyo, mostraron su alegría.
Los hechos juzgados ocurrieron el año pasado, pero el caso estalló meses después, cuando se difundió por internet un vídeo de 20 segundos donde se podía ver el calvario infligido a Mlotshwa.
En las imágenes, el joven de 27 años está dentro de un ataúd depositado en un suelo rocoso y polvoriento y gime mientras intenta impedir que uno de los acusados cierre el féretro en el que lo habían metido.
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Durante el juicio, se reveló un segundo video tan inculpatorio como el primero. «Por favor, no me maten», suplica Mlotshwa en la grabación. «¿Por qué no, si vosotros matáis nuestras granjas?», contesta uno de los agresores.
Sin remordimientos
Ambos granjeros siempre aseguraron que sólo habían querido asustar a la víctima a la que habían sorprendido, según ellos, mientras intentaba robar cables de cobre.
Mlotshwa dijo por su parte que, en el momento de la agresión, se dirigía a Middelburg a campo través para hacer unas compras para su madre.
Oosthuizen y Jackson habían sido acusados de intento de asesinato, secuestro, agresión e intimidación al final de su juicio en agosto, pero la justicia los había dejado en libertad a la espera de la sentencia.
La juez Mphahlele insistió en que no era el primer incidente de este tipo en el que estaban implicados los acusados y consideró que su «actitud durante el juicio demostró claramente una ausencia de remordimientos».
Veintitrés años después del final oficial del régimen segregacionista del apartheid, los ataques racistas siguen envenenando las relaciones entre la mayoría negra y los blancos, sobre todo en las zonas rurales.
En abril y en mayo, hubo violentos altercados en la aldea de Coligny, en el noroeste del país, tras la liberación bajo fianza de dos blancos sospechosos de estar detrás de la muerte de un adolescente negro.
A principios de 2016, dos empleados de granja negros fueron perseguidos y apaleados hasta la muerte por campesinos blancos en Parys, en el centro del país.
La persistencia de las desigualdades económicas entre blancos y negros empaña la libertad conseguida por estos últimos tras años de lucha en la joven democracia sudafricana.
Según las estadísticas oficiales, el 30,1% de la mayoría negra está en paro, frente al 6,6% de los blancos. Y el salario mensual mediano de los negros es de 2.800 rands (180 euros, 214 dólares) frente al de 10.000 rands (642 euros, 765 dólares) de los blancos.