Este artículo está escrito en primera persona.
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«¿Estamos listos?» preguntó Marcelo, el chofer del primer bus eléctrico del Transantiago en transportar pasajeros en la capital. Cerró la puerta y partimos. Mientras todos los periodistas se fueron acosando a la pobre ministra de Transportes, Paola Tapia, que iba al medio de la máquina, yo me fui conversando con el conductor.
Partimos desde Paseo Bulnes y tomamos Zenteno. Mientras Marcelo realizaba las maniobras para tomar Alameda en dirección a Estación Central, le pregunté si acaso hay diferencias entre manejar este bus y uno a bencina. Me dijo que pocas pero las hay: una de ellas es que el vehículo no se mueve si no presiona el acelerador. A diferencia de una máquina a bencina, donde se puede aprovechar el mismo «vuelo» para reanudar la marcha. Esta no.
Además, me aseguró que está contento con la cabina de aislación para los choferes. Corren mucho peligro con tanta gente mala que se sube a las máquinas.
Primera parada y se subió un vendedor de helados que ni siquiera se dio cuenta que arriba estaba sentada la ministra Tapia. Ricardo Quintanilla (54) se encontró con un periodista de televisión que le preguntó qué le parece la máquina. «Buena, buena», repitió y ahí quedó todo.
La ministra me miró y sonrió. Minutos antes le había preguntado por el recorrido de esta máquina, que usará el letrero 516. «Es primera vez que ponen un bus así de Plaza Italia para abajo», le inquirí. Ella me respondió políticamente correcta: sí, no hay diferencia de chilenos para el Gobierno.
De pronto subió más gente. Todos se sorprendieron de inmediato con el montón de periodistas que hay arriba del bus. Los empezaban a acosar con preguntas. Todos concluyeron que es una buena iniciativa.
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Cerca de Los Héroes me di cuenta que los buses tienen asientos acolchados, suavecitos. Me senté porque había estado parado todo el tiempo. Sí, son asientos que lo invitan a uno a relajarse. Probé también el Wi-Fi: corre y rápido. Así que como todo trabajador promedio, me pegué por varios minutos a mirar la pantalla para responder algunos mensajes de Whatsapp.
Ya a la altura de Unión Latinoamericana noté que había mucha más gente, personas común y corriente, arriba del bus: trabajadores, vendedores ambulantes, oficinistas.
Me acerqué a una joven y le pregunté sus impresiones: me dijo lo mismo que todos. Reparó, eso sí, en que las agarraderas son más bajas. Y que no hay ruido. La mamá, que iba sentada, intentó corregirla. «Pero ese yum que hace la micro, no es el motor acaso», cuestionó. Yo le respondo que era el aire acondicionado.
«Ay, eso es lo mejor que tienen estos buses», me confesó a señora. Su hija, de todas formas, criticó que no hubiera tantos asientos. Pero indicó que estaba acostumbrada a viajar parada. A los 19 años, sentarse en la micro, es casi un delito porque todos te miran feo.
Finalmente, ya a la altura del metro Padre Hurtado me bajé: sí, hacía más calor que adentro. Y sí, había más ruido que adentro.
Creo que el bus eléctrico sí será bonito para todos. Espero que no los dañen tan luego no más: la idea de los dueños es tenerlos por al menos 10 años recorriendo la capital.
*Las opiniones vertidas aquí no representan necesariamente el pensamiento de Publimetro