“No más conflictos internos de poder; nos unimos para superar este pequeño problema”, dice Bob Marley en su canción “Zimbabwe”. 39 años después de que Marley la compusiera para mostrar su apoyo a la guerrilla Marxista-Leninista que puso a Robert Mugabe en el poder de la nueva Zimbabue, el pueblo y el ejército del país se han unido contra el presidente de 93 años, el más anciano del mundo.
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El despido de su vicepresidente, Emmerson Mnangagwa, en favor de su esposa, fue la gota que colmó el vaso. Miles de personas han protestado durante la última semana pidiendo la salida del dictador. El ejército, que siempre lo protegió, esta vez se unió a los manifestantes. Una economía por los suelos y una inflación por los cielos, a la que Mugabe no ha dado solución, cansaron a la gente.
Su partido, la Unión Nacional Africana se Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF), fue fundado por Mugabe en 1969 para conseguir la independencia del Reino Unido. En 1970 fue declarada unilateralmente, sin reconocimiento ni de los británicos ni de la ONU. En 1979, y luego de un sangriento conflicto, las partes firmaron una tregua. Mugabe fue elegido por primera vez como presidente en 1980.
En 1991, el país adoptó un programa de ajustamiento estructural que intentó darle un giro a la economía hacia directrices neoliberales. Esto llevó al aumento del desempleo y al recorte de recursos a los servicios estatales», explica Marc Epprecht
“Al principio hubo un fuerte compromiso de reconciliación entre las partes implicadas en la lucha por la liberación. Además, hubo garantías políticas y económicas para la minoría blanca”, dice a Metro Marc Epprecht, profesor y experto en política africana del Departamento de Historia de la Queen’s University, de Canadá.
“También hubo un fuerte impulso por expandir la salud primaria y el sistema educacional. Por introducir reformar legales reconociendo los derechos de las mujeres, y para distribuir la tierra de vendedores dispuestos a compradores dispuestos. Pero en 1991, el país adoptó un programa de ajustamiento estructural que intentó darle un giro a la economía hacia directrices neoliberales. Esto llevó al aumento del desempleo y al recorte de recursos a los servicios estatales. La oposición de la sociedad civil, principalmente de la prensa, de los estudiantes universitarios y de las uniones de comercio, se incrementaron”, explica Epprecht.
Eso significó que, para la década del 2000, la economía del país terminara por colapsar, y que millones de personas emigraran.
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Pero hace algunos días, su partido decidió quitarle el apoyo y expulsarlo. Zimbabue es uno de los países con menor Índice de Desarrollo Humano del mundo. El 14 de noviembre, las fuerzas armadas se revelaron en su contra para evitar el ascenso al poder de su esposa. Como nuevo líder de su partido fue elegido Emmerson Mnangagwa, hombre fuerte de los veteranos de la guerra de Independencia y candidato a suceder a Mugabe en la presidencia.
Hasta el momento, en todo caso, Robert Mugabe sigue siendo presidente del país. En una conferencia de prensa dada este lunes, y acompañado por representantes de las Fuerzas Armadas y por el sacerdote Fidelis Mukonori, principal mediador en la crisis, se negó a anunciar su renuncia. “Nuestra gente necesita paz, seguridad, ley y orden”, dijo Mugabe.
Evitar a una mujer de hierro
Además de a Mugabe, el ZANU-PF también despidió a su esposa Grace Mugabe. Grace, líder de la Liga de las Mujeres del partido, fue removida “por promover divisionismo y discursos de odio”, según manifestó el partido. Ella es la verdadera rival de Mnangagwa en la carrera para la presidencia. La mujer de 52 años cuenta con el apoyo de la nueva generación del partido, la llamada Generación 40.
“Su lenguaje, y de hecho su comportamiento personal, ha tenido episodios violentos. Es por eso que la mayoría de los zimabuenses que conozco están profundamente aliviados de que el poder no caiga en sus manos”, dice Epprecht.
“Toda persona tiene derecho de decidir su propio destino, y en este juicio no hay parcialidad”. Eso dice Bob Marley en su canción “Zimbabwe”. Y mientras el tema representaba la liberación del país y la esperanza de un futuro mejor liderado por Mugabe, hoy los zimbabuenses dicen que están cansados de su dinastía.