Durante muchos años, el deseo de Emmerson Mnangagwa de suceder a Robert Mugabe como presidente de Zimbabue fue un secreto a voces.
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Pero Mugabe parecía más interesado en jugar al despiste, un día promoviéndolo a altas posiciones en el partido dirigente, Zanu-PF, y aumentando los rumores de que era su "heredero" natural, y otro día degradándolo por mostrar sus ambiciones abiertamente.
Después de que Mugabe lo destituyó de su cargo como vicepresidente, la paciencia del hombre conocido en el país como "el cocodrilo" finalmente se acabó.
Mugabe lo acusó públicamente de "traición" y los simpatizantes del "cocodrilo" en las fuerzas de seguridad, donde él hizo su carrera, intervinieron a su favor.
Mnangagwa ayudó a dirigir la guerra de independencia en los 70 y luego se convirtió en el jefe de los espías durante la guerra civil de los 80, en la que miles de civiles murieron.
Él ha negado haber tenido algún papel en la masacre de civiles y ha responsabilizado al ejército.
Pero quien espere que una presidencia de Mnangagwa ponga fin a los abusos de derechos humanos en el país, puede estar equivocado.
Sus críticos afirman que el hombre de 71 años tiene las manos manchadas de sangre. Se ha ganado el apodo de "cocodrilo" debido a su astucia política y su facción en el partido dirigente, Zanu-PF, es conocida como "Lacoste".