El presidente ruso, Vladimir Putin, ofreció ayuda a su homólogo argentino, Mauricio Macri, en la búsqueda del submarino «San Juan», pero a medida que disminuyen las esperanzas de encontrar con vida a sus 44 tripulantes la operación le trae sin duda recuerdos que preferiría olvidar.
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En 2000, justo unos meses después de que el ex oficial del KGB asumiera su cargo como presidente, Rusia perdió el «Kursk», un submarino nuclear con 118 personas a bordo, tras un intento fallido de rescate.
El suceso tiene similitudes con el caso de Argentina: una explosión a bordo, la lucha contrarreloj para salvar a la tripulación, las falsas esperanzas y el enfado de los familiares.
La pérdida del «Kursk» se convirtió en el mayor desastre en la historia de la marina rusa y en un enorme bochorno para Putin.
El submarino nuclear ruso, que era el más moderno de la armada y el orgullo del país, se incendió y posteriormente explotó en agosto de 2000 durante unas maniobras en el mar de Barents. La causa del accidente fue la inflamación del combustible de un torpedo.
Cuando el submarino se hundió, el recién estrenado presidente estaba de vacaciones en la ciudad de Sochi, en el Mar Negro. Guardó silencio durante casi una semana y sólo volvió al Kremlin cuando pasaron cinco días. Tardó otros cuatro en llegar al puerto de Murmansk para supervisar las tareas de rescate.
Por si fuera poco, Moscú rechazó en un principio la ayuda extranjera, en una decisión muy controvertida. Putin fue muy criticado por su error de juicio y por engañar al pueblo sobre los avances de la operación de rescate.
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«Odio, desesperación y dolor»
La mayoría de la tripulación murió instantáneamente pero algunos soldados sobrevivieron unos días antes de asfixiarse y dejaron algunas notas desgarradoras a sus familiares.
Mi querida Natasha y mi hijo Sasha. Si leéis esta carta significa que me he ido. Os quiero mucho a los dos», escribió el oficial técnico superior Andréi Borisov en su último mensaje.
«Mi querida Natasha y mi hijo Sasha. Si leéis esta carta significa que me he ido. Os quiero mucho a los dos», escribió el oficial técnico superior Andréi Borisov en su último mensaje. «Natasha, perdóname por todo. Sashulya, sé un hombre. Besos», agregó.
El 22 de agosto de 2000, el presidente ruso se reunió con los familiares de la tripulación del «Kursk» en la ciudad costera de Vidyaevo. Una reunión celebrada a puerta cerrada en la que algunos increparon a Putin, visiblemente nervioso.
El presidente ruso culpó del desastre al estado lamentable de las antes poderosas fuerzas armadas del país, acusando así a sus predecesores. «No tenía ni idea de que las cosas estaban en este estado», afirmó Putin a los enfadados familiares. «Si pudiera, bajaría allí yo mismo», expuso.
Un conocido reportero del Kremlin, Andréi Kolesnikov, que estuvo en el encuentro, llegó a pensar que los familiares iban a agredir a Putin.
«La atmósfera allí era muy intensa, con una mezcla de odio, desesperación y dolor. Nunca había sentido nada como aquello en toda mi vida», afirmó el periodista en un documental emitido en 2015.
Después de que la televisión rusa, que en 2000 estaba controlada por los oligarcas, emitiese entrevistas con las viudas de los militares del «Kursk», un indignado Putin habría afirmado a un conocido periodista que contrataron a «putas» para desacreditarle.