Es lunes 9 de octubre y dos autos viajan a 180 kilómetros por hora en una autopista. Es de noche y llueve. El pavimento está más resbaladizo que lo habitual. Los pasajeros de ambos vehículos suman cinco, sin contar a los choferes. Todos confiesan estar asustados: están escapando. Una mujer que va de copiloto en uno de los bólidos nota que un camión que está más adelante realiza una extraña maniobra. No alcanza a avisarle al conductor: sólo se encoge de piernas. Un segundo después se produce el choque.
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Así es como Beatriz Ruiz, la copiloto que se arrodilló, recuerda uno de los momentos más vertiginosos de su vida. Ella es una de los cinco magistrados venezolanos asilados en Chile que, por suerte, salió con vida después del accidente ocurrido en una carretera rumbo a Cúcuta, que es la ciudad en donde Colombia tiene la frontera con San Antonio en Venezuela. «Salvamos de milagro», agrega en conversación con Publimetro.
Los otros magistrados que viajaban en los autos eran Elenis Rodríguez, Zuleima González del Valle, José Fernando Núñez y Luis Manuel Marcano. Todos habían estado desde el 3 de agosto en la embajada de Chile en Caracas y el día 22 de ese mes habían recibido la condición de asilados. Con ello ya podían viajar a Chile, siempre y cuando el gobierno de su país les entregara un salvoconducto, uno que jamás llegó.
Llegar a la sede
En la embajada chilena, dormían todos en dos salas que antes funcionaban como biblioteca. Como no habían más habitaciones, se les acomodó espacios para que durmieran en dos grupos, divididos entre hombres y mujeres. Llegar ahí tampoco fue fácil.
Beatriz cuenta que estuvo escondida en un «llegue» (una cabaña) varios días antes de que la trasladaran a la sede diplomática. «Cuando me llevaron tuve que salir por un sótano, con un suéter con capucha. Me esperaban con una camioneta con la puerta abierta. Me monté y partimos a toda velocidad. Cuando llegamos a la embajada, adentro, yo no me quería bajar. Todavía tenía miedo», relata.
Pero el caso más extremo fue el de Luis Manuel Marcano: pasó siete días escondido en un gallinero. «Mis amigos me ofrecieron ese espacio y me dejaron comida para dos días». Al tercero, cuando lo iban a sacar, notaron que estaban siendo espiados. Decidieron no pasearse más por ese sector. «Tuve que pasar esos días sin nada que comer», relata el magistrado.
Ocultarse
Es martes 10 de octubre de madrugada. El grupo ya se encuentra en San Antonio. El incidente del vehículo se solucionó rápido: consiguieron que otro vehículo los trasladara a la frontera. El grupo hace la fila para que un oficial pueda visarles el pasaporte. Hay nerviosismo entre todos: algunos podrían ser reconocidos. Por eso, unos días antes, Zuleima había tomado una decisión radical: cambiar de look.
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«Cuando fui designada como magistrada, mi cabello era un poco más claro. Tuve que cortármelo y pintármelo más oscuro. Y los lentes con los que yo aparecía en todas las fotos en Venezuela, tuve que dejarlos», relata la jueza que ahora vuelve a ser rubia.
Tratando de ocultar su ansiedad, José Núñez indica que tuvieron suerte. «En la frontera se acumuló un montón de gente y vi la posibilidad de camuflajearme entre ellos. No sé cómo, pero resultó», comenta. Su técnica fue imitada por todos. Otra vez salvaban la situación.
Lo que vino después ya es historia conocida: estaban en Colombia, mucho más cerca de Chile. Fue ahí cuando ya respiraron todos más tranquilos. Respiraron, según ellos, el aire de la libertad.