Los cristianos conservadores y los homosexuales estadounidenses dirigen este martes la mirada sobre Anthony Kennedy, el juez que probablemente inclinará la balanza de la Corte Suprema en un caso considerado fundamental para los dos sectores.
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La emblemática audiencia en Washington será sobre un pastelero de Colorado que, invocando su fe, rechazó hacer un pastel de matrimonio para una pareja gay.
Las personas comenzaron desde el viernes a hacer cola en el exterior de la corte, para asegurarse un lugar en la sala. La gente pasó la noche del domingo al lunes envuelta en sacos de dormir.
El más alto tribunal de Estados Unidos deberá decidir, a la luz de la Constitución, entre tres grandes principios del derecho: la equidad sexual, la libertad religiosa y la libertad de expresión.
Una buena parte de la presión que se ha acumulado recae en las espaldas de Anthony Kennedy, de 81 años, el decano de la corte y quien fue nominado por el presidente republicano Ronald Reagan en 1987.
Así como hay estados en este país que pueden inclinar la báscula de una elección nacional, Kennedy es el juez pivote de la Corte. Es conservador en temas como las armas de fuego o el financiamiento electoral, pero puede ser progresista en temas como el aborto y la discriminación positiva.
A menudo es quien puede separar a los cuatro jueces progresistas de los cuatro conservadores.
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El juez Kennedy demostró ser decisivo en particular en el terreno de los derechos de los homosexuales. En 2015, gracias a él se impuso la decisión de legalizar el matrimonio gay en todo Estados Unidos.
El magistrado de origen irlandés redactó entonces el fallo histórico, tal como lo había escrito en 2003 en la decisión «Lawrence contra Texas», declarando ilegal una ley del estado sureño que prohibía la sodomía.
El gobierno de Donald Trump, una veintena de estados de Estados Unidos, decenas de legisladores y numerosos grupos de presión católicos y conservadores han abrazado la causa del pastelero Jack Phillips.
Estos simpatizantes han enviado a la Corte Suprema argumentos sofisticados que, sin decirlo, van dirigidos al juez Kennedy.
Interrogado por la AFP, el profesor de derecho Steven Schwinn estimó que el magistrado «va a luchar en su corazón».
«Va a venir en este caso un conflicto de intereses, la dignidad y la exigencia de igualdad de la pareja homosexual por una parte; la libertad religiosa y la exigencia de libertad de expresión del pastelero por la otra. Él probablemente va a debatirse para encontrar un equilibrio», dijo el académico.
«Creo que se va a sentir destrozado», expresó Louise Melling, directora jurídica adjunta de la Unión Estadounidense para las Libertades civiles (ACLU). «Le emociona la profunda fe de Jack Phillips. Jack Phillips es un creyente, que maneja su pastelería conforme a su fe, él posee ese pequeño comercio familiar. Es sabido que esto afecta al juez Kennedy, es innegable».
«Por otro lado, el juez Kennedy se siente profundamente preocupado por la comunidad LGBT», agregó la directora de la ACLU.
El profesor Schwinn cuestiona de qué manera el juez podrá estar a favor del pastelero sin arriesgarse a «abrir las compuertas de la discriminación contra los gays y las lesbianas».
«No creo que quiera abrir esta puerta», indicó el constitucionalista Erwin Chemerinsky, también consultado por la AFP.
Durante la audiencia de este martes, cada palabra que diga Anthony Kennedy tendrá un peso en la balanza.
Los católicos tradicionalistas recuerdan que este graduado en la Escuela de Derecho de Harvard en su juventud en California estuvo en el coro de una iglesia y ha estado casado más de medio siglo con la misma mujer, con la que tiene tres hijos.