En hora punta, a todos los usuarios del Transporte Público se les complica el traslado. Pero a personas en situación de discapacidad, este hecho resulta más difícil y, en promedio, demoran 18 más que el resto en hacer un trayecto, que representa 30% más que lo que tarda el resto de los ciudadanos.
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Ese fue al menos el dato que entregó la segunda Medición de Accesibilidad Universal en Transporte Público de Santiago, que midió 27 viajes realizados ayer miércoles entre las 07:00 y las 09:00 desde diferentes puntos de la capital hacia la Plaza del Aviador, a la salida del Metro Salvador en Providencia.
La prueba, que fue organizada por el Departamento de Ingeniería de Transporte y Logística de la Pontificia Universidad Católica (PUC) y que contó con el apoyo de Teletón e Incluye 360, reveló específicamente que las personas con problemas a la vista tardan en promedio 20 minutos más que el resto de los ciudadanos, mientras que aquellos con movilidad reducida se demoran 15 minutos adicionales.
Principales problemas
Patricia Galilea, académica de la Facultad de Ingeniería de la PUC fue una de las encargadas de revelar los resultados de este estudio. Según ella, los problemas que tienen ambos grupos de personas en situación en discapacidad son distintos y por lo mismo, los desmenuza.
«Las personas que tienen movilidad reducida muchas veces se encuentran con lugares que sí tienen ascensor, como el Metro, pero las personas que lo usan no son necesariamente aquellos que presentan una discapacidad. De hecho, muchos lo usan para trasladar cargas, porque llevan bolsas», declara.
Agrega que está de acuerdo en que todos usen el ascensor pero advierte que «hay que ser conscientes en el uso con aquellos que tienen prioridad».
Sobre las personas con problemas a la vista afirma que las principales barreras están en la poca colaboración que existe por parte de otros pasajeros.
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«Hay no videntes que pueden distinguir siluetas y a veces solicitan ayuda preguntando ‘¿hay alguien ahí?’. El tema es que muchas veces el resto se hace el tonto y no les contestan, no les ofrecen ayuda. También se da que estas personas piden a terceros ‘¿me avisas cuando viene la 203?’. Todo bien cuando el tercero acepta. El problema está en que a veces llega antes la micro de este tercero, que se va sin avisarle, y el no vidente queda esperando mucho rato antes de enterarse que el voluntario ya se fue».
Llamado a la consciencia
Para la académica, los resultados de este estudio deben mirarse con urgencia, sobre todo si se considera que en marzo de 2018 se pone en marcha la Ley de Inclusión. Con ello se exige a las instituciones de Gobierno que al menos 2% del personal que tengan contratado se encuentre en situación de discapacidad.
«Estas personas van a tener que movilizarse en horario punta, como todos», precisa la académica.
Para disminuir el número de barreras a sortear, Galilea recomienda acciones que involucran a todos: que el chofer del Transantiago pueda regular la altura de la micro cuando vea una persona con discapacidad; que los pasajeros del Metro dejen espacio a las personas en sillas de ruedas, que se cedan los asientos y, en suma, «generar empatía con el otro pues todos tenemos derechos a movilizarnos», sentencia.