Según la ONG Bishop Accountability, que se encarga de recopilar datos sobre delitos de connotación sexual en la iglesia en el mundo, en Chile se han realizado 78 denuncias públicas hacia clérigos de la iglesia católica.
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La organización indica que el número no es categórico ya que en Chile la totalidad de las denuncias no se ha hecho pública, como para tener una cifra real. Sin embargo, los datos arrojados por la prensa y causas judiciales logran que exista una idea de la crisis eclesial en el país.
De un total de 47 órdenes católicas existentes, 18 tienen entre sus filas a involucrados en casos de connotación sexual. Por lejos el ranking lo lideran los diocesanos, donde hay 39 sacerdotes denunciados por abuso. Lo siguen los maristas con ocho denuncias y los salecianos con seis. Las otras quince ordenes con denuncias cuentan con entre uno y cuatro casos y tienen sacerdotes jesuitas, columbanos y una monja ursulina, entre ellos.
De la clasificación, el segundo lugar es la organización que en estos momentos está bajo la lupa. A una semana de que el Papa Francisco pidiera perdón a la víctimas de abuso en su venida al país, una nuevo caso estremece las parroquias católicas chilenas. Se trata de más de 30 personas que acusan abusos de parte de más de 10 religiosos maristas.
La institución administra un total de 12 colegios en todo el país, y tienen a su cargo a cerca de 15 mil alumnos. La noche del domingo en Canal 13 los testimonios inundaron la pantalla y presentaron desgarradores casos de los abusos de connotación sexual cometidos en el colegio.
Ex estudiantes, con la ayuda de la Fundación para la Confianza, presentarán una querella por los abusos cometidos entre la década de los 70 y 80 en el instituto Alonso de Ercilla. «Hay coordinación, organización y por lo tanto no se trata de investigar posibles encubrimientos o complicidades, sino la existencia de una asociación ilícita al interior de la iglesia», dijo al canal el abogado Juan Pablo Hermosilla.
Los testimonios
Adolfo Fuentes fue uno de los nombres que resonó en los recuerdos de los ahora adultos que sufrieron abusos. «Él me obligaba a practicarle sexo oral y después de eso también me obligaba a lavarme los dientes, asearme muy bien, y me mandaba de vuelta al grupo», fue la experiencia que contó Eneas Espinoza, rememorando su infancia en el instituto. Eneas tenía sólo seis años cuando ocurrieron los presuntos abusos por el sacerdote español.
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«El ambiente del colegio era un ambiente de abuso. Cuando ya se acercaba la idea de que iba a tener un hijo varón en mi cabeza se abrió esta caja y empezaron a salir las historias», contó Espinoza, que había bloqueado el recuerdo durante 40 años.
Sí, 40 años que cambiaron su propia historia, ya que sus recuerdos del colegio y su estadía en él eran otros. Eneas recordaba un forcejeo con Fuentes en el sótano, él zafó y pudo escapar del sacerdote, pero sus recuerdos lo traicionaron. Realmente ese habría sido el primer abuso que el religioso ejerció sobre él, a los seis años.
Gonzalo Dezerega era su compañero y veía de lejos el «especial» vínculo de Espinoza con el sacerdote. Abel Pérez, otro de los padres de la concregación, abusó de él a los 10 años. «Tengo un gran amor por los hermanos maristas, son las personas la que dañaron la institución», indicó.
Este sacerdote fue la pesadilla del distintos estudiantes, y pensaron que lo serían hasta que se fuera. Pero cuando Pérez fue trasladado, los abusos no cesaron, sino que pasaron a las manos del hermano José Monasterio. Este fue el segundo y principal abusador de Jaime Concha.
Acusa que fue violado durante el funeral de uno de los inspectores del colegio, luego de reiterados abusos que no habrían llegado a la violación. «Te empiezas a dar cuenta como niño que dejar de pertenecerle a tus padres y le empiezas a pertenecer a ellos», contó Concha, que durante ese tiempo se convirtió en presidente del Centro de Alumnos.
Jaime también que el caso más traumante fue cuando se tuvo que quedar durmiendo por una enfermedad mientras los demás iban de excursión. Dice que despertó y se dio cuenta de que ya no estaba en su saco de dormir sino que en la cama del hermano Abel. «Me fracturó definitivamente la vida», dice.
Cuatro de los 10 hermanos denunciados a las autoridades maristas están muertos. Los ex estudiantes aseguran que hubo encubrimiento y anuncian querella contra los maristas por “asociación ilícita”.