El discurso se imparte en el Capitolio de Washington, sede del Congreso de los EEUU, ante una sesión conjunta de la Cámara de Representantes y del Senado. Se celebra anualmente durante el mes de enero, a excepción de seis ocasiones en que se celebró en el mes de febrero. Su contenido gira en torno a los logros políticos obtenidos durante el pasado año, y presenta la agenda legislativa del Presidente para el próximo. En el texto del discurso siempre se incluye la frase “The State of our Union is strong” (“El Estado de nuestra Unión está fuerte”), u otra frase similar que tenga el mismo significado.
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1-El primero-
El primer discurso sobre el estado de la Unión lo pronunció George Washington el 8 de enero de 1790 en Nueva York. El acto se celebró en el lugar donde se acababa de celebrar su toma de posesión como presidente: el edificio que hoy se conoce como Federal Hall y que se encuentra enfrente de Wall Street. Las palabras del primer presidente apenas ocupan siete folios manuscritos que se conservan en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y que detallan su programa de gobierno en un país todavía en construcción.
Desde la presidencia de Thomas Jefferson en 1801, y hasta 1913, el Presidente dejó de acudir al Capitolio, y se limitaba a enviar un discurso escrito para que fuese leído por un representante, ya que se consideraba una manera de hacer demasiado parecida a la de los monarcas.
El presidente Woodrow Wilson recuperó la costumbre de ir a leer el discurso en persona, que se seguiría alternando con el envío de discursos escritos hasta 1981, cuando el presidente Jimmy Carter lo hizo por última vez.
Desde ese año, todos los siguientes mandatarios estadounidenses han aceptado la invitación del Congreso, y han acudido a pronunciar sus discursos personalmente.
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2-Los discursos más notables y los más largos-
A los presidentes casi nunca se les recuerda por sus discursos sobre el estado de la Unión. Entre otras cosas porque suelen ser listas de propuestas donde meten mano funcionarios, colaboradores y grupos de presión. Pero hay un puñado de excepciones memorables como el discurso de «la guerra contra la pobreza de Johnson» o el del «eje del mal» de George W. Bush.
Según cuenta el periodista Robert Schelesinger, el más largo fue el último discurso de Jimmy Carter: un mensaje que envió por escrito al Congreso y que tenía 33.667 palabras. Casi cuatro veces más que el discurso más largo que pronunció Bill Clinton, a quien le acompaña desde sus años en Arkansas cierta fama de charlatán. El discurso más corto fue el que pronunció George Washington en 1790: apenas 1.089 palabras. Ninguno de los presidentes del siglo XX fue tan lacónico como Nixon en 1972: su alocución apenas duraron 28 minutos y 35 segundos. Tres veces menos que el último discurso de Clinton en enero del año 2000.
3- Superviviente designado-
Al menos un miembro del gabinete del presidente es seleccionado para no estar en el discurso cae año en caso de emergencia. El sobreviviente designado se dirige a una ubicación distante, segura y desconocida a las afueras de Washington mientras todo el mundo se reúne para escuchar al presidente en el Capitolio.
El sobreviviente designado debe ser elegible para ser presidente y si un sucesor de mayor rango sobrevive a un potencial incidente, esa persona se convertirá en el presidente antes que el sobreviviente designado. La práctica empezó en 1960, durante la Guerra Fría, cuando había miedo de un ataque nuclear.
4-Los invitados de honor-
Ronald Reagan inauguró en 1982 una tradición que desde entonces han observado todos sus sucesores: invitar a personas anónimas cuyos logros o cuyas circunstancias cita el presidente durante su alocución. Muchas veces esos invitados son ciudadanos ordinarios que pueden servir como conexión humana con partes de la agenda del presidente para el año que viene.
El primer invitado fue Lenny Skutnik: un funcionario federal que se arrojó unos días antes del discurso a las aguas heladas del río Potomac para salvar a una mujer a punto de ahogarse después de un accidente de avión
5- ¿Habrá aplausos con Trump?-
Es tradicional que todos los asistentes reciban al Presidente con una ovación general, independientemente de sus ideales políticos, ya que los aplausos se los dedican a la figura del Presidente de los EEUU, no a la persona que desempeña el cargo. Por ello, en ningún momento se menciona el nombre de pila y el apellido del Presidente, sino únicamente el del cargo. Tanto a la entrada a la sala, como antes del inicio del discurso, es presentado como “The President of the United States”, (“El Presidente de los Estados Unidos”). Una vez iniciado el discurso, los miembros de la Corte Suprema ya no pueden aplaudir, debido a que como representantes de la rama judicial del Gobierno Federal deben mostrarse imparciales en temas de carácter político, y los Jefes del Estado Mayor solo aplauden en aquellas partes del discurso que traten sobre temas militares o de política exterior, ya que de esa manera escenifican su aprobación al liderazgo del Presidente como Comandante en Jefe.