La caída de un letrero: así explicaba la historia oficial el estruendo que escucharon quienes salieron a las calles para ver de cerca el paso de la reina Isabel II de Inglaterra durante su visita a la ciudad de Dunedin, en Nueva Zelanda en octubre de 1981.
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La verdad era otra bien distinta. La monarca acababa de salir libraba de un atentado.
El sonido procedía un rifle calibre .22 disparado por un adolescente de 17 años llamado Christopher Lewis.
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"Lewis tenía originalmente intenciones de asesinar a la reina", revelan ahora documentos desclasificados por el Servicio de Seguridad e Inteligencia de Nueva Zelanda (SIS).
El joven se había ubicado en un baño en el quinto piso de un edificio próximo al Museo Otago, desde donde esperaba poder tener a la monarca a tiro, cuando ella abandonara el vehículo en el que se desplazaba.
Los informes policiales hechos públicos ahora indican, sin embargo, que su ubicación no le ofrecía "un ángulo visual adecuado desde el cual disparar, ni un rifle suficientemente poderoso para hacerlo desde esa distancia".
Lewis fue arrestado poco después. La policía halló un rifle y un cartucho usado en el edificio donde se había colocado.
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Sin embargo, el joven nunca fue acusado por intentar asesinar a la reina Isabel II, sino por otros delitos incluyendo disparar un arma de fuego.
¿Por qué?
Encubrimiento
Un memorando escrito por el SIS poco después de la primera comparecencia de Lewis ante los tribunales, obtenido por la web Stuff, revela que los funcionarios temían que los periodistas que acudieran al juzgado establecieran alguna conexión entre Lewis y el desfile de la reina.