Era el viernes 4 de marzo de 1960 y La Habana se remeció por completo con dos ensordecedoras explosiones. Eran un poco más de las 15 horas y en las oficinas del Instituto Nacional de Reforma Agraria, su director, y presidente del Banco Central de Cuba, Ernesto “Che” Guevara, sostenía una reunión de coordinación.
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Al escuchar los estruendos, el guerrillero dio un salto y de inmediato corrió a la ventana. Una columna de humo y polvo se levantaba desde el puerto. Fiel a su estilo, el “Che” no dudó y antes de recibir cualquier información, dio por terminada la reunión y salió corriendo rumbo al origen del humo.
La Coubre
Al puerto de La Habana había llegado un vapor francés que transportaba 76 toneladas de armas y municiones belgas. El momento de la descarga del cargamento, una explosión remeció la zona de los mulles. Con la primera detonación surgió el caos. Se activaron los equipos de auxilio de las decenas de heridos. Pero cuando el área de descarga estaba colmada de gente que atenía de los afectados, llegó una segunda explosión aun mayor que la primera.
Las imágenes era dantescas. Cientos de personas tendidas en el suelo y sin poder saber si estaban heridas o muertas.
A este escenario arribo Guevara, quien ante sus conocimientos (era graduado de medicina de la Universidad de Buenos Aires).
El “Che” atendió a heridos, principalmente militares y obreros, hasta que los equipos de auxilio atendieron al último herido. Aunque no hubo balance oficial, se estima que la cantidad de muertos por las explosiones fueron entre 75 y 100 personas, mientras que los heridos ascendieron a los 200.
El gobierno cubano descartó que fueran un accidente y acusó un atentado terrorista de Estados Unidos, perpetrado por agentes de la CIA, tesis que aún no ha sido confirmada.
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A la eternidad
Al día siguiente, La Habana amaneció bajo un ambiente de conmoción y pesar. Era el día de los funerales de las víctimas y todas las máximas autoridades revolucionarias de Cuba estaban en el acto.
Cubriendo el evento para el diario cubano “Revolución” se encontraba el fotógrafo Alberto Díaz “Korda”. Al frente de él, estaba la tarima oficial, y en primera línea Fidel Castro. Esa era “la” imagen de los funerales, pero Korda se percató de un detalle que nadie vio, y que inmortalizó.
En medio del funeral, tan solo por un minuto, el “Che” Guevara quedó detrás De Castro y fue ahí cuando el fotógrafo captó esa mirada “de pura ira por las muertes ocurridas el día anterior”. Un gesto que eternizó al guerrillero y que lo transformó en una figura icónica de la cultura pop.
De aquella foto, un sábado 5 de marzo de 1960, hace ya 58 años.