Hace cinco años Rosa Raihuanque decidió dejar su trabajo haciendo aseo e irrumpir en un mundo donde la mayoría son hombres: la construcción.
PUBLICIDAD
En busca de un mejor salario, Rosa se especializó en el área que se encarga de las terminaciones de los departamentos: obra fina (como pintar y pulir detalles) y gruesa (gasfitería e instalación de cerámicos, entre otros).
Sin embargo, su camino no ha sido fácil, desde el inicio tuvo que verse enfrentada a estereotipos y barreras de género impuestas por la sociedad en que vivimos.
«Yo recibí harto bullying si es que se puede decir así. Por qué para el hombre todo lo que él hace está bien y las mujeres como que lo hacemos a medias. Eso es mentira porque muchas veces las mujeres somos más detallistas que los hombres», señala.
Rosa cuenta que cuando empezó, la mujer que entraba a la construcción tenía el deber de demostrarles a los hombres sus capacidades. Pero hoy, con una mayor integración femenina en el rubro, existe un trato «casi de igual a igual», ya que la diferencia salarial continúa siendo un tema. En esta área y por el mismo trabajo un hombre gana entre 50 mil a 100 mil pesos más que una mujer, según revela.
«Uno tiene que hacerse respetar»
Además de las barreras laborales derivadas de los estereotipos de género que se vive en casi todos los trabajos, la especialista ha tenido que ser testigo de la mal llamada tradición de los piropos y los «cahuines».
«El hombre siempre piensa que la mujer que trabaja en esta área es para tomarla para el leseo. Entonces uno tiene que hacerse respetar, porque o si no andan los comentarios y un montón de cosas. El hombre es más pelador que la mujer, los escuche muchas veces hablar de otras compañeras, cosas que no tenían que hablar y hablaban», cuenta.
PUBLICIDAD