Cuando Hannah Price era estudiante y fue asaltada sexualmente se sintió incapaz de denunciarlo. Pero poco después descubrió que no era la única y que los asaltos sexuales en el campus universitario son más comunes de los que las cifras oficiales sugieren.
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Esta es su historia:
No recuerdo que me enseñaran sobre lo que es el "consentimiento" en la escuela, aparte de que "No, quiere decir no".
Lo que recuerdo es que me advertían que no caminara a casa sola. De lo contrario, me arriesgaba a ser violada en un callejón oscuro.
Pero cuando me violaron, no sucedió en una calle sino en mi propio dormitorio de estudiante, después de haber tomado la precaución de que una persona conocida me acompañara caminando a casa.
Era mi primer evento social de aquel año académico en la Universidad de Bristol (oeste de Inglaterra) y había sido una velada divertida. Para todos, era el momento preferido del semestre. Las clases no habían iniciado del todo y los plazos de entrega de tareas estaban lejos de nuestras mentes.
Bebí, me reí y bailé hasta que llegó el momento deirme a dormir.
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Cuando me dispuse a dejar el club, un tipo dijo que vivía cerca de mí y se ofreció a acompañarme. Yo trataba de evitar caminar sola en la oscuridad de la noche, así que acepté el ofrecimiento con mucho gusto.
Nos acabábamos de conocer hacía unas semanas, así que la conversación fue cordial. Hablamos de la noche y de lo que esperábamos de ese año de estudios.