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Más allá de la toga: la inesperada forma con que el presidente de la Corte de La Haya disfrutó de Chile

El actual presidente de la CIJ trabajó en Unesco en París y allí conoció a un chileno a quien le reveló una curiosidad sobre su relación con nuestro país.

Abdulqawi Ahmed Yusuf es oriundo de Somalia, pero aún así hubo algo en su vida que lo hizo conocer de Chile e incluso de este país. Décadas antes de convertirse en el presidente de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, este abogado se desempeñó en la Unesco en París, donde tuvo contacto con el abogado chileno Samuel Fernández, embajador de nuestro país en ese organismo.

Pese a que su relación era más bien de trabajo, siempre había tiempo para un café y una conversación , indica Fernández, quien actualmente es profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Central. Era en estos minutos de relajación en que el actual juez Yusuf le hizo una revelación: disfrutó con la lectura de Pablo Neruda.

«No sólo conocía la obra de Pablo Neruda, sino que también de varios otros literatos», indica a Publimetro el profesor Fernández, quien además agrega que eso va muy de la línea con la personalidad del juez. Ello pues «es una persona muy culta».

¿A qué dedica el tiempo libre?

«En el plano muy personal, es muy afable, muy grato, muy amistoso. Es un hombre muy erudito, que en París le gustaban los espectáculos, los conciertos y visitaba museos. Lee mucho y tiene una vida muy culta», comenta el académico.

Agrega que pese a que Yusuf se dedica casi a tiempo completo a su trabajo, «lo que hacía en el resto de su tiempo libre era disfrutar de lo cultural que ofrece una ciudad como París».

Las opiniones personales versus lo jurídico

Pero más allá de que haya disfrutado con Neruda, el profesor Fernández recuerda que de igual forma el juez Yusuf falló en contra de Chile en la solicitud preliminar del proceso. Con ello demuestra que la opinión personal sobre nuestro país podría no ser influyente.

«Todos los jueces van a tener que tratar de entender esto. Es un juicio difícil, hay alegatos que son muy contrapuestos. Todos ellos tienen que formarse una opinión jurídica», sostiene el académico.

Agrega que «aquí van a tener que fallar ni por empatía, ni por ideología, sino que por derecho. Entonces ahí está el valor de las argumentación de los países».

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