El cónclave que sostendrán los obispos chilenos y el Papa en el Vaticano en una fecha por determinar, no será la primera de este tipo en lo que va del siglo XXI. Corría el año 2002 y las acusaciones de abusos sexuales a menores golpeaban con fuerzas las puertas de la iglesia católica estadounidense. El escándalo, destapado por el periódico Boston Globe, revelaba la historia del sacerdote John Geoghan, quien durante 30 años había abusado a más de 130 niños.
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Mientras el sacerdote acumulaba denuncias por parte de los padres de los menores abusados, el obispo de Boston Bernard Law, sólo lo trasladaba de una parroquia a otra sin informar de los abusos a las autoridades. Tras destaparse el escándalo, se desató una ola de denuncias que incluía a otros obispos norteamericanos que habrían tenido una actitud similar a la de Law.
Tras la múltiples denuncias, y la crisis institucional que atravesaba la Iglesia en ese país, el Papa Juan Pablo II decidió convocar una reunión en el Vaticano con todos los cardenales de Estados Unidos para recabar más información de las acusaciones. Durante esa reunión, el Papa les dijo a los representantes de la iglesia que el “ abuso sexual de los jóvenes es ―desde todos los puntos de vista… inmoral y, con razón, la sociedad lo considera un crimen; es también un pecado horrible a los ojos de Dios”
Tras la reunión, los cardenales se reunieron en Dallas para firmar un documentado titulado “Carta para la protección de Niños y Jóvenes” , en la que se estableció un protocolo de acción antes casos de abusos sexuales.
El protocolo incluye que sea obligatorio para el obispo denunciar el abuso a las autoridades correspondientes, suspender al sacerdote denunciado mientras dure la investigación y expulsarlo definitivamente al primer abuso confirmado .